ANTINOMIAS

El discurso político al absurdo

Antonio Fernández. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón
Antonio Fernández. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: La Razón

En México nos hemos acostumbrado al lenguaje de los políticos, los cuales hablan mucho, pero no dicen nada o casi nada, e incluso llegan al absurdo, lo que sirve de material para las columnas y la sátira política, lo cual parece no importarles, no obstante, los analistas esperan un discurso más realista y objetivo, algo que no sucederá.

El discurso de los políticos en México ha cambiado poco, mantiene sus rasgos principales, como es la elasticidad, con lo cual se estira, se afloja, se contrae, se adapta al momento, y se justifica de acuerdo con las circunstancias convenientes. En su versión cotidiana es, para muchos ciudadanos, una mezcla de promesas reiteradas (no toleraremos la corrupción), frases hechas (haremos justicia hasta sus últimas consecuencias) y tecnicismos vacíos (hemos reducido la delincuencia en un 100 por ciento).

El lenguaje de los políticos, si se lleva al extremo, llegamos al territorio del absurdo, cuyo lenguaje revela con mayor claridad sus contradicciones y su fragilidad, convirtiéndose en un espejo que todo lo exagera, que muestra sus defectos y sus mentiras, las cuales una mayoría de ciudadanos no parece darse cuenta y por eso funciona.

Por otra parte, tenemos a los periodistas preguntando a los políticos cuestiones escabrosas, y donde parece que esperan una respuesta absurda, pero que no van a poder mencionar porque eso sería como una declaración de culpabilidad (ejem. ¿Señor, usted tenía conocimiento de que su secretario de Seguridad Pública era el jefe de un grupo de la delincuencia?, respuesta absurda esperada: “Claro que sabía, pero como yo lo nombré no podía juzgarlo”.

El discurso del político es rimbombante, grandilocuente, esperanzador, incluyente, sin importar la realidad, los políticos muestran otra realidad, una ficción, un deseo inalcanzable, con cifras puestas al vapor que no se pueden explicar, estadísticas manipuladas, hechos no verificables, todo creado para generar una narrativa acorde al discurso, por ello en el discurso político parece que no importa la verdad.

Otra característica actual del discurso político en México se encuentra basado en la polarización política, la cual se presta para señalar constantemente que todo lo malo de ahora es consecuencia de los políticos del pasado, hasta llegar a absurdos, donde parece que existe una oposición fantasma que conspira constantemente desde un sótano obscuro y desconocido. En ello, la exageración se hace evidente, pero no importa, lo importante es que el otro sea el responsable de los hechos del político de hoy.

De igual forma, la oposición al gobierno actual señala que el pasado fue mejor que la actualidad, señalando las obras que hicieron, pero sin recordar todo lo malo que también generaron, hacen grandes las fallas de los gobiernos actuales y generan un discurso polarizante, donde unos son enemigos de los otros. El problema es que en medio de toda esa polarización discursiva se encuentran los ciudadanos, que no saben a quién creerle y toman partido sin conocimiento alguno, pues ambos mienten o exageran en favor de su causa.

Por todo lo anterior, para tener una política de altos vuelos, debemos de empezar por tener un discurso político más mesurado, más apegado a la realidad, sin polarizaciones, sin estridencia, de un mejor nivel discursivo, donde cada persona se haga responsable de sus palabras, cuando eso suceda tendremos un mejor México.

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