MARCAJE PERSONAL

Franco, el champagne y el tequila

Julián Andrade<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Julián Andrade*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

Hace 50 años murió Francisco Franco. El 20 de noviembre de 1975, que puede valorarse con dos caras, la del final de un dictador que hasta los últimos días actuó con puño de hierro y firmó sentencias de pena capital, y la del inicio de una etapa, la transición, que llevaría a España a la democracia.

Sobre las semanas previas al desenlace, el periodista Miguel Ángel Aguilar escribió, No era costumbre, crónica de la muerte de Franco (Ladera Norte, 2025), un trabajo, en terreno, de una calidad excepcional.

Para los refugiados españoles en México fue una cita esperada a lo largo de las décadas, no tanto, aunque era la piedra de toque, por la extinción del caudillo, “el hecho biológico”, sino por las esperanzas que se generaban.

Se decía que “se tenía champagne en el refrigerador” para esperar el momento, pero lo constatable es que se enfrentaban al dilema del retorno, añorado, pero ante la realidad de haber hecho la vida ya en otra parte. El “cuando caiga o muera Franco” llegó con sabores agridulces.

En septiembre, el presidente Luis Echeverría veía la expulsión de España de las Naciones Unidas como una muestra de repudio a los fusilamientos de José Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz, integrantes del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP), y de Juan Paredes Manot y Ángel Otaegui, miembros de ETA.

El gesto, grandilocuente, impactó en los círculos del franquismo, que catalogaban a los gobiernos mexicanos como “una piedra en el zapato”.

Franco había dejado “atado y bien atado” el entramado para la sobrevivencia del régimen, pero los planes fracasaron porque el rey Juan Carlos supo leer el entorno internacional y optó, por fortuna, por un camino distinto.

En junio de 1977 se realizaron las primeras elecciones democráticas desde la caída de la República. Los votantes decidieron respaldar a Adolfo Suárez, por lo que su partido, UCD, obtuvo el 34.4% de los sufragios, seguido del PSOE con el 29.3%.

El PCE, por mucho la formación política opositora más grande y con una actividad constante durante el franquismo, cuando estaba proscrito, sólo alcanzó el 9.3% de los sufragios, aunque su mérito, reconocido por todos, estribó, justamente, en su compromiso democrático.

Un año después, en diciembre, los españoles acudieron, de nueva cuenta, a las urnas, para ratificar el texto constitucional, que logró, en referéndum, una aprobación del 91.8%.

Como suele ocurrir, la ruta de compromisos estaba también cargada de acechanzas, la más notoria, el intento de golpe de Estado el 23 de febrero de 1981, protagonizado por el teniente coronel de la Guardia Civil, Antonio Tejero, quien irrumpió en el Congreso de los Diputados en el momento en que se tenía que investir al presidente, Leopoldo Calvo Sotelo.

Para los refugiados, en nuestro país, aquellas horas de angustia, aumentadas por la información a cuentagotas, ameritaron, seguramente, un tequila.

Temas: