BAJO SOSPECHA

“Yo no quiero cambiar la historia, quiero que la miremos sin vendas”

En su libro Los Tiempos Malditos, el autor cuestiona la versión oficial de la Conquista; la viruela ayudó a Cortés a dominar el territorio, dice; insiste en rescatar lo humano de Malintzin

Bibiana Belsasso. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Bibiana Belsasso. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: La Razón de México

El escritor Francisco Martín Moreno regresa a su mejor género, que es la novela histórica, con su nuevo libro, Los Tiempos Malditos. En él narra uno de los episodios más complejos, mitificados y manipulados de nuestra historia: la llamada Conquista de México, o como él prefiere nombrarla, la invasión armada castellana.

Moreno nos dice: “No se trata sólo de recontar lo que ya sabemos, sino de hurgar con bisturí literario y rigor documental en un periodo en el que se jugó el destino de un imperio deslumbrante y hay un sello de su destrucción casi absoluta”.

Francisco Martín Moreno (FMM): Para mí es un regreso a casa. Es volver al género que más amo, porque me permite navegar en la historia, cuestionarla, abrirla, diseccionarla, pero también imaginar desde la evidencia, desde las grietas, desde lo que nadie escribió. Los Tiempos Malditos nace de una obsesión: entender cómo una de las civilizaciones más brillantes de este continente, la mexica, pudo desaparecer casi por completo en tan poco tiempo. Siempre digo que éstos son “tiempos malditos”, porque lo destruyeron todo. El esplendor de una cultura monumental quedó reducido a ruinas y silencios. Y esa tragedia histórica necesitaba ser contada, pero de otra manera.

Bibiana Belsasso (BB): ¿Por qué los tiempos malditos? ¿Qué te lleva a describir así ese periodo?

FMM: Porque cuando revisas lo que ocurrió, te das cuenta de la magnitud de la devastación. Los mexicas construyeron un imperio impresionante en apenas dos siglos. Llegaron a dominar territorios desde el norte de Michoacán hasta casi Honduras. Su ingeniería, su arte, su estructura política eran extraordinarios. Y, sin embargo, después de 1521 casi no quedó nada. ¿Qué queda hoy del Templo Mayor, del palacio de Moctezuma, del palacio de Axayácatl? Prácticamente nada. Era una civilización gigantesca y fue arrasada en un abrir y cerrar de ojos.

BB: Cuestionas la versión oficial de la Conquista. ¿Qué te llevó a hacerlo?

FMM: Me llevó la conciencia de que la historia que nos enseñaron fue escrita por los vencedores. Los españoles eran los únicos que sabían leer y escribir con el alfabeto. Los mexicas escribían códices, pero muchos fueron quemados por Cortés y por los frailes. Entonces, ¿quién contó lo ocurrido? Los españoles. Ellos decidieron qué versión sobrevivía, dijeron que Moctezuma murió de una pedrada, definieron la narrativa de la “noche triste” y justificaron sus actos. Esa historia parcial, interesada, manipulada, es la que se enseñó por siglos. Yo no quiero cambiar la historia, quiero abrirla. Quiero que la miremos sin vendas.

BB: Planteas una muerte distinta para Moctezuma. ¿Qué sustento tienes?

FMM: La versión de la pedrada siempre me pareció inverosímil. ¿Cómo un tlatoani, que era considerado un semidiós, a quien nadie podía mirar directamente, iba a terminar asesinado así? En la novela presento una versión más brutal, sí, pero que aparece en fuentes que casi no se citan: la idea de que Pedro de Alvarado lo obligó a arrodillarse y lo asesinó hundiéndole una espada por el ano. ¿Por qué nos contaron lo contrario? Porque a los españoles les convenía que la responsabilidad de la muerte recayera “en el pueblo”, no en ellos. Es una manipulación narrativa.

BB: También dices que posiblemente Hernán Cortés sabía que había gente infectada de viruela. ¿Por qué lo planteas?

FMM: Porque sin la viruela Cortés jamás habría conquistado Tenochtitlán. Ésa es la verdad. Ellos tenían antecedentes de guerra biológica desde la Edad Media: aventaban cadáveres infectados sobre murallas para desatar pestes. Eso se sabe. Cuando Cortés regresa de enfrentar a Pánfilo de Narváez, trae consigo a tres esclavos negros infectados de viruela. Uno de sus hombres le advierte: “Si los llevamos a Tenochtitlán, esto será una catástrofe”. Y la respuesta es reveladora: “Si mueren, nadie podrá decir que los matamos”. ¿Qué ocurrió después? La viruela mató al 70 por ciento de la población mexica. Cuando Cortés volvió, ya no había caballeros águila, ya no había ejércitos. La ciudad estaba devastada. La peste abrió las puertas del imperio más que cualquier espada.

BB: Un personaje central en tu libro es Malinali, y escribes de devolverle su nombre y dignidad.

FMM: La Malinche es una invención. Malinche era Cortés. A él lo llamaban así. Ella es Malinali, Malintzin o doña Marina. Una mujer extraordinaria, políglota, estratégica, esencial. Sin ella no habría existido ningún puente lingüístico entre españoles, mayas y mexicas. Ella es la clave de todo. En la novela la muestro como lo que fue: una mujer compleja, inteligente y decisiva, no la traidora que nos hicieron creer. Además, su relación con Cortés está llena de tensiones, de deseo, de política, de necesidad mutua. Era indispensable rescatarla desde su humanidad.

BB: Describes escenas íntimas entre Cortés y Malinali, casi al estilo de tus Arrebatos Carnales, tu libro anterior.

FMM: Porque la historia también se mueve por pasiones humanas. El poder y el erotismo son fuerzas que atraviesan todas las épocas. Yo no escribo escenas sexuales por morbo, sino porque ayudan a entender decisiones, tensiones, vínculos. Imaginar esa escena donde Cortés le enseña a Malinali a leer y a escribir, cómo la observa, cómo la desea y cómo se contiene por razones estratégicas, nos permite entrar en su psicología. La historia sin emoción no respira. 

BB: ¿Cómo era esa relación entre Cortés y Carlos I.?

FMM: Nunca lo nombró virrey. Nunca lo premió como esperaría cualquiera. ¿Por qué? Porque sospechaba de él. Porque Cortés tenía tanto poder que generaba miedo. Y, además, por las comisiones enviadas desde España para investigarlo. Los famosos “juicios de residencia”, terminaban muertas misteriosamente. Cuatro jueces murieron al mes de llegar. Otro más murió semanas después. Incluso su esposa, Catalina Suárez, apareció estrangulada. Eso genera dudas, sospechas. Y yo me pregunto: ¿qué quería ocultar Cortés?

BB: Has dicho incluso que quieres escribir sobre la muerte de Malinali.

FMM: Porque es un misterio. Se dice que murió joven, alrededor de los 28 años. Pero hay versiones que sugieren algo más turbio: que sabía demasiado y que resultaba incómoda para ciertos intereses. Su muerte, como la de otros personajes cercanos a Cortés, está rodeada de silencio. Creo que ahí hay una novela entera, y Los Tiempos Malditos es apenas la antesala.

BB: ¿Qué esperas que ocurra con Los Tiempos Malditos?

FMM: Espero discusión. Espero que la gente vuelva a preguntarse por la historia que le contaron. No quiero imponer verdades, quiero provocar pensamiento. Quiero que el lector vea a Cortés no como héroe ni como villano, sino como un ser humano lleno de ambición, contradicciones y sombras. Quiero que miren a los mexicas no como personajes congelados en bronce, sino como seres humanos con grandeza y brutalidad, como cualquier otro pueblo. Quiero que entendamos que México nació en medio de una devastación, sí, pero también de un sincretismo complejo que seguimos cargando.

BB: Paco, después de escribir esta novela, ¿qué te queda como certeza?

FMM: Que nuestra historia aún está por escribirse plenamente. Que los silencios son tan importantes como los hechos. Que el pasado es más humano, más brutal e íntimo de lo que nos enseñaron. Y que la literatura puede y debe abrir esas grietas para que la sociedad vea la luz que entra por ellas.

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