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Eric y Marlene, historia y memoria

Eric y Marlene, historia y memoria
Eric y Marlene, historia y memoria Foto: Especial

Marlene Schwarz nació en Viena en 1932, en una familia judía austríaca, un año antes del ascenso de Hitler al poder en Alemania. Su padre, Theodore Schwarz, era uno de aquellos pocos vieneses que daba crédito a todo lo que Hitler decía en sus discursos, que muchos de sus amigos consideraban meros exabruptos propagandísticos.

Los Schwarz se exiliaron en Londres poco después de la instalación del régimen nazi en Alemania y antes de la anexión de Austria en 1938. A la ilusión de aquella escapatoria siguió la dura realidad de un exilio en un país que, bajo el liderazgo del primer ministro Neville Chamberlain, experimentaba una mezcla de antisemitismo y anticomunismo, recelos por el ascenso de la hegemonía de Estados Unidos y simpatía por Hitler.

La familia se mudó a Manchester, donde estudió Marlene, en los años de apogeo del antifascismo británico. Winston Churchill se convertiría en el héroe de Theo Schwarz, el padre, mientras Marlene, ya con inclinaciones izquierdistas, admiraría la política de su sucesor, Clement Attlee, de alianza con los soviéticos y respaldo a los primeros avances de la descolonización.

A principios de los 60, cuando Marlene trabajaba como productora musical y traductora en la CBC y la BBC, conoció a un joven historiador llamado Eric Hobsbawm, cuya familia también había huido de Austria y Alemania a Gran Bretaña, después de 1933. Para entonces, aquel joven historiador marxista se había distanciado del Partido Comunista británico, por su apoyo a la invasión soviética de Hungría en 1956, pero mantenía su militancia socialista y había escrito dos libros pioneros: The Jazz Scene (1959) y Los rebeldes primitivos (1960).

Mucho tenían en común Marlene y Eric: el antifascismo, el izquierdismo y la pasión por la música. Durante su noviazgo fueron lo mismo al Royal Albert Hall a escuchar conciertos de Bach que al Royal Festival Hall a ver a George Shearing y su quinteto de jazz. La boda y la luna de miel de los Hobsbawm tuvieron lugar en los días de la Crisis de los Misiles en el Caribe, en octubre de 1962.

A fines de aquel mes, Hobsbawm tenía previsto un viaje a Buenos Aires, para asistir a una conferencia académica. Al despedirse, el historiador dijo a su esposa con una tranquilidad pasmosa: “si las cosas salen mal y la guerra efectivamente estalla, compra un pasaje solo de ida a la Argentina. Hay dinero suficiente en el banco, entonces encontrémonos en Buenos Aires”.

La frase ha sido utilizada por Marlene Hobsbawm para dar título a las memorias Encontrémonos en Buenos Aires, que acaba de publicar la editorial Siglo XXI en Argentina. Muchos eventos y situaciones narrados por Marlene en su libro, ya habían sido relatados por Eric en su autobiografía Años interesantes. Una vida en el siglo XX, que publicó Crítica, en Barcelona, en 2003.

Ambos libros recrean las mismas escenas de la historia global: el ascenso de los totalitarismos, el exterminio masivo, la caída de los fascismos, la Guerra Fría, la descolonización del Tercer Mundo, la revolución cultural de los 60, el eurocomunismo, la crisis del socialismo real, el desplome del Muro de Berlín y la expansión neoliberal de fines del siglo XX.

Sin embargo, la mirada y, por tanto, los detalles con que se dibujan esas escenas son muy distintos. Marlene, por ejemplo, se detiene en todo el despliegue de vigilancia y persecución de la vida de Hobsbawm que agenciaron los servicios secretos británicos y estadounidenses. Eric, por su lado, daba una importancia obsesiva a sus diferencias y acuerdos con el comunismo británico.

Ambos libros exponen muy bien las fronteras entre historia y memoria o entre reconstrucción y evocación. El historiador narraba su vida como si formase parte de un pasado a reconstruir. Marlene, en cambio, cuenta la historia de la pareja y su familia como si el centro de la trama fuese ese microcosmos afectivo y no el mundo agitado y tormentoso del más bien largo siglo XX.

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