QUEBRADERO

La izquierda que parecía invencible

Javier Solórzano Zinser. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón
Javier Solórzano Zinser. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: Imagen: La Razón de México

Augusto Pinochet se valió de la violencia, tortura y la muerte para dar un golpe de Estado contra el gobierno democrático de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973.

El domingo pasado, la derecha llegó de nuevo al Palacio de la Moneda tras vencer en la segunda vuelta en las elecciones chilenas. La primera vez entró por las armas y en esta segunda ocasión, por las urnas.

Los gobiernos de izquierda en América Latina están siendo cuestionados por los votantes. Actualmente son 10 los países con gobiernos de derecha y nueve los de izquierda.

El Salvador, Costa Rica, Panamá, República Dominicana, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Argentina y Paraguay tienen gobiernos considerados de derecha. Hay un caso pendiente que es el de Honduras, en donde a pesar de la controversia que existe por el desarrollo del proceso electoral y el conteo de votos, todo indica que terminará siendo gobernado por una derecha cercana a Trump, quizá en poco tiempo serán 11 gobiernos los de derecha.

Del lado de la izquierda están México, Guatemala, Cuba, hasta ahora Honduras, Nicaragua, Venezuela, Colombia, Brasil y Uruguay. De estos países Colombia muy probablemente pasará a ser de derecha.

La Presidenta Sheinbaum en un gesto hasta cierto punto inédito, por lo que ha pasado en otros procesos electorales latinoamericanos, reconoció el triunfo de la derecha chilena émula del pinochetismo encabezada por José Antonio Katz, quien logró un contundente triunfo sobre Jeannette Jara de centro-izquierda, heredera de la Unidad Popular y del comunismo.

La forma que va tomando América Latina ha llevado a considerar que camina a la derecha. Algunos gobiernos de izquierda usan la democracia en beneficio de eternizarse en el poder.

Venezuela está bajo una división interna, casi de mitades, en medio de la intimidación de Donald Trump, el futuro es incierto. No pareciera que Nicolás Maduro pueda conservar el poder mucho tiempo más. Por ahora, todavía no se alcanza a conocer hasta dónde puede llegar en el país las repercusiones de la obtención del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado; el fiel de la balanza está siendo Trump.

Es importante detenerse en las razones por la que algunos gobiernos de izquierda son derrotados. Colombia va para allá. Gustavo Petro en 2027 muy probablemente perderá las elecciones.

El mapa latinoamericano está siendo cada vez más complejo y se mueve de manera pendular. En algunas naciones existe una tradición política basada en la democracia que ha permitido que accedan al poder diferentes tendencias políticas.

Como fuere, México es un ejemplo de ello. Hemos sido gobernados por priistas, que igual se decían de izquierda que de centro, por panistas, y ahora, por morenistas, quienes se asumen de izquierda con lineamientos de centro, con pasajes parecidos a los tiempos del PRI.

El momento que vive México no pareciera colocarlo en el corto plazo con una vuelta a la derecha o algo parecido. La gran ventaja del Gobierno es que la oposición está desdibujada. Con lo que tiene enfrente se presume que Morena gobernará varios años.

Sin embargo, puede cambiar la dinámica de las cosas. Los ciudadanos se conforman, toman distancia de los gobiernos y pueden darse escenarios inéditos e insospechados.

Cuando los gobiernos no resuelven, se vuelven autoritarios, escuchan sólo a los suyos, se sienten intocables y hablan como únicos representantes del “pueblo”, lo cual se convierte en un concepto confuso, convenenciero y maniqueo y lejano, entra en los terrenos de la soberbia, la prepotencia e insistimos en el autoritarismo.

Muchos gobiernos han tenido la cancha libre y como llegan se van; nadie es invencible.

RESQUICIOS.

Sería lamentable aunque predecible, que las propuestas de los integrantes de los OPLEs no sean consideradas. Ayer las entregaron. Esperemos que rija el criterio de la sensatez y no el de la aritmética, al que se refiere el coordinador de la reforma electoral.

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