¡JUEGUE!

La esperanza de que ahora sí

Javier Solórzano Zinser. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón
Javier Solórzano Zinser. *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón Foto: Imagen: La Razón de México

Los aficionados saben que a lo largo de una temporada la tribuna es suya. A pesar de los altos costos de los boletos logran construir y apoderarse de la fiesta futbolera.

Muchos equipos han creado la figura de socio para desarrollar estrategias que permiten a sus seguidores adquirir boletos para toda una temporada. Desde hace tiempo la compra de boletos en los estadios ha dejado de existir. Los tiempos en que se formaban los aficionados durante horas para conseguir un boleto, entre jaloneos, broncas, gritos y folclore, son historia. Hoy todo se resuelve, o medio se resuelve, a través de Internet o en las redes sociales, o también vía mecanismos que les permiten a los aficionados adquirir los boletos. La figura de “socio” o algo parecido, les otorga a los seguidores la posibilidad de conseguir boletos para la temporada.

La reventa no se quiere controlar. No hay ocasión en que se diga que se va a erradicar, pero temporada tras temporada, Mundial tras Mundial, acaba siendo la tablita de salvación de muchos aficionados, sean de ocasión o no.

La tribuna fiel sabe que llegado el momento de las finales o de los momentos climáticos de su equipo difícilmente tendrá acceso al estadio. Es cuando los precios de los boletos adquieren una dimensión escandalosa, lo que lleva a que la tribuna sea propiedad, en buena medida, de los aficionados de ocasión.

Esto no sólo pasa en México. Es muy difícil para el aficionado fiel ser partícipe del momento climático de su equipo, las circunstancias materialmente lo alejan. No sólo pasa en el futbol, pasa también en una gran cantidad de deportes.

El Mundial en los estadios va a acabar siendo para los que tienen la lana para comprar un boleto, será el momento para el aficionado de ocasión. Es cierto que el futbol es el deporte de todos, pero también es cierto, como diría John Lennon, “los de arriba aplaudan con las manos y los de abajo, con las joyas”.

El Mundial se convierte en un evento que nadie quiere perderse, y algunos tienen cómo hacerle para no perdérselo. No hay manera de que el aficionado, que semana tras semana le da vida al futbol en la tribuna, como un hecho social, cultural y de pasión desbordada, pueda asistir al menos a un partido del Tri.

No es algo nuevo. La transformación de la tribuna es desde hace tiempo un elemento más de la transformación del futbol. Hay países que han logrado crear una organización que le permite al menos a la tribuna fiel, estar presente en las buenas y en las malas, pero en países como el nuestro prevalece el caos de la mano de presiones de los propios aficionados que se acaban enquistando sin permitir el cambio generacional o de nuevos aficionados en la tribuna.

Doña tele será una vez más el centro de nuestras miradas. De nuevo será quien se encargue de difundir la pasión que permitirá la extensión de la fiesta en las casas, en las oficinas y en las calles. Al final el aficionado es quien le da sentido al futbol y por él nace la fiesta.

El estadio será prohibitivo porque el futbol es uno de los negocios más lucrativos del planeta. Es difícil que las cosas pudieran tener otro derrotero. El aficionado lo sabe.

La interpretación, la sensibilidad y el sentido que el aficionado hace de lo que pasa en la cancha, ya sea en el estadio o vía doña tele, es lo que construye la fiesta, confeti y jolgorio y sobre todo el drama junto con la emoción, la pasión y un cierto grado de irracionalidad.

Todo ello provoca el futbol, y más cuando están los nuestros a los que seguimos perdonándoles que nosotros los aficionados seamos mejores que ellos.

La tribuna hará fiesta, la otra gran fiesta del alarido, como diría Manuel Seyde, estará en cada casa, en cada plaza, en cada oficina, las cuales estarán durante 90 minutos y más, soñando con que ahora sí.

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