El camino transcurrió tranquilo desde la Ciudad de México, aunque fueron casi 5 horas de circular en alerta, hasta sentir el alivio de dejar la carretera federal 14 para entrar en el municipio.
Los guardianes de la fortaleza en la que lo han convertido, a bordo de un vehículo táctico, nos dieron la bienvenida. Son elementos del ejército que fuertemente armados vigilan como estatuas inmóviles el cruce de cada automóvil, debajo del gran letrero que anuncia:
“Bienvenidos a Uruapan del Progreso. Capital Mundial del Aguacate” …
La llegada es caótica, embotellada, pero como fuereño uno pronto puede distraerse con los enormes afiches con la imagen de Carlos Manzo que poco a poco van apareciendo a ambos lados de la avenida, y donde se leen frases adoloridas.
“Podrán matar al mensajero, pero no el mensaje”, dice uno de ellos. Ya luego las fotografías en gran formato —y más frases— se van multiplicando conforme se acorta la distancia para llegar a la plaza Morelos, donde lo mataron.
“Me chingaron por la espalda porque de frente no pudieron”, dice otro cartel con la fotografía de Manzo, coronado con foquitos navideños y colgado del tronco de un árbol.
“Apenas este fin de semana la gente volvió a salir a la plaza, para ver los adornos de Navidad, porque aquí estaba todo vacío, parecía pueblo fantasma”, me dijo la guardia de la Casa de la Cultura.
Ahí donde “el Presi Manzo” —como algunos le decían— solía despachar y cuya fachada aún mantiene un enorme moño negro con un sombrero al centro.
Mismo símbolo de luto que se replica por cientos en casas y comercios a lo largo y ancho de Uruapan. El sombrero incluso se ha replicado en miniatura y cuelga en los espejos retrovisores de cientos de vehículos por toda la ciudad. El movimiento se manifiesta y sorprende a cada paso.
Del techo del Kiosco de la Plaza central cuelga también un enorme sombrero de neón, encima de otras fotografías de un Carlos Manzo tan sonriente como políticamente incómodo fue para muchos.
Y de pronto me avisaron: “Va a salir la alcaldesa a la plaza a saludar a la gente”.
Mi camarógrafo y yo nos miramos sabiendo que había que ir a encontrarnos con la imagen, capturarla, y superar el miedo al riesgo que sabíamos que implicaba…
Elementos del ejército y fuerzas especiales, armados hasta los dientes, delimitaron un perímetro para resguardar a Grecia Quiroz, que llegó caminando y se detuvo a sólo unos metros de donde hace poco menos de dos meses asesinaron a su esposo.
Decenas de personas comenzaron a acercarse a darle el pésame, buscando su abrazo y alguna fotografía del recuerdo, para la que Grecia ya nunca sonríe.
La fila que se formó para llegar a la alcaldesa casi le daba la vuelta a la plaza, de por sí repleta de gente, ante la mirada ruda y nerviosa de los elementos de seguridad encargados de resguardar la que hoy es sin duda una de las vidas más caras de México. Ella lo sabe.
Fue una noche curiosa y absurda, donde por momentos nada hacía sentido, entre niños que corrían y jugaban sobre el mismo suelo que semanas antes quedó ensangrentado.
Donde de pronto una celebración navideña se convirtió en la extensión del sepelio del caído con un tiro por la espalda, en una batalla más ganada por la delincuencia.
Donde una mujer tan adolorida como empoderada, con la responsabilidad política que heredó, pareciera salir a desafiar una vez más al asesino, que aún se siente por ahí asechando, mientras la adrenalina captura la respiración de todos a su alrededor.
Acordamos encontrarnos a la mañana siguiente para la entrevista que Grecia Quiroz me concedió para Sala de Guerra de ADN Noticias, y a la que la alcaldesa de Uruapan llegó determinada a enviar un mensaje contundente:
Los resultados de las investigaciones de la Fiscalía del Estado sobre el asesinato de su esposo, no le son suficientes.
“Hay otros posibles actores intelectuales que no veo que les hayan girado una orden de aprehensión o que se les esté investigando”, me dijo, refiriéndose a los mismos que en vida alguna vez señaló Carlos Manzo como sus adversarios, con nombre, apellido y domicilios conocidos en Michoacán…