El reciente triunfo de Antonio Kast en las elecciones en Chile representa un punto de inflexión estructural en la geopolítica de América Latina.
Tras una época de gobiernos de izquierda, llamados “progresistas”, la región ha girado drásticamente hacia la derecha. Este fenómeno no parece ser una simple alternancia, sino una respuesta contundente al estancamiento económico y, sobre todo, a la crisis de seguridad que atraviesa el continente.
En el presente año 2025, las urnas han enviado un mensaje de castigo a los gobiernos de izquierda. Países clave como Bolivia, donde el Movimiento al Socialismo (MAS) perdió el poder tras dos décadas de ostentarlo, así como el triunfo de Javier Milei en Argentina, en las elecciones intermedias donde consiguió ganar el Congreso, son claras muestras de que el electorado está priorizando el orden social, la seguridad y el libre mercado sobre las políticas redistributivas.
Uno de los orígenes de la nueva política de la derecha en América puede remontarse a la llegada de Bukele (en el año 2019) en El Salvador, bajo el estandarte de la mano dura y cero tolerancia a la delincuencia, creando para ello una prisión gigantesca de alta seguridad, pasando por encima de los derechos humanos; no obstante, de ello ganó gran aprobación de la población, pues logró reducir la inseguridad que imperaba en dicho país.
Otro de los factores del crecimiento de la derecha ha sido la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, con un discurso antiinmigrantes, discriminatorio y una declarada guerra a los cárteles de la droga han sido parte de su bandera, con los cuales ha impulsado una campaña en toda América Latina para apoyar a los candidatos de derecha y que ganen las elecciones en sus países, como fue el caso de Milei.
Antonio Kast, para ganar las elecciones en Chile, reunió a toda la derecha, logrando un triunfo por más de dieciséis puntos, algo que desde 1990 ningún candidato había logrado. Sus más redituables promesas fueron: la primera sobre la seguridad, prometiendo restablecer la ley, con un apoyo irrestricto a las fuerzas de seguridad como su mayor activo; la segunda fue fortalecer la economía, con un programa de reducción del gasto público y fomento de la inversión privada; en resumen, sus principales puntos de campaña fueron la seguridad y la economía.
Los retos de la derecha serán demostrar que la “mano dura” y el liberalismo económico pueden traducirse en estabilidad a largo plazo y una mejor seguridad y paz social, sin erosionar las instituciones democráticas. El triunfo de la derecha muestra que los electores por ahora prefieren una mayor seguridad y mejor economía por encima de la igualdad social y leyes progresistas.
Por su parte, en México, el gobierno actual debe tomar en cuenta los triunfos de la derecha; no obstante que actualmente tiene una amplia aceptación, enfrenta dos grandes pendientes, los mismos que fueron los que debilitaron los gobiernos de Bolivia, Argentina y Chile, que son la inseguridad y el bajo crecimiento económico, sin los cuales será muy difícil que mantenga el índice de aprobación que hoy se tiene.
Aunado a lo anterior, el actual gobierno debe romper con los lazos de corrupción que han manchado a la Cuarta Transformación y que cada día salen a la luz pública; de no hacerlo, corre el riesgo de que le suceda lo que sufrió Peña Nieto y su llamado nuevo PRI, que fue el descrédito y una estrepitosa derrota.