Es inevitable no hacer un paralelo entre el juez Giovanni Falcone y el periodista Roberto Saviano. Son extremos que describen las dificultades y las virtudes del combate a los criminales.
El juez fue asesinado por la mafia siciliana en 1992 y el reportero está amenazado por el clan Bidognetti y la estructura de la Camorra desde 2008.
Falcone, conviene tenerlo presente, investigó a los mafiosos, reveló la extensión de sus negocios ilícitos, desentrañó las estructuras de protección política con que contaban y metió a muchos de los capos en la cárcel.

Una rayita más al tigre
Pero quizá lo más relevante fue demostrar que la Cosa Nostra existía y que era un cáncer para Italia.
Esto tuvo consecuencias fatales, ya sabemos, pero a la vez cotidianas, porque Falcone tuvo que pasar sus días rodeado de seguridad, cambiando rutinas y dificultándole el contacto social.
El juez siciliano ejemplifica al héroe trágico, pero a la vez es portador de un mensaje que abre líneas de esperanza que muestra que la voluntad y el compromiso pueden definir no sólo la biografía personal, sino la historia.
Saviano escribió “Los valientes están solos” (Anagrama 2023), donde logra reconstruir las peripecias de Falcone y el atentado que finalmente le quitó la vida el 20 de mayo de 1992, cuando una carga de dinamita hizo volar el auto del juez cuando circulaba hacia Palermo.
La pieza periodística es notable. Se avanza en las páginas y se tiene la esperanza de que las cosas pudieran ser distintas, de que no ganarán los malos, como lo hicieron.
Es un espejismo, por supuesto, pero que proviene de una conclusión del trabajo de Falcone y que Saviano concreta: “La idea de un mundo sin mafia ardía en su pecho y cuando una idea habita en el cuerpo, puebla la mente, un día u otro puebla también el mundo”.
Porque, “para que todo funcione, para que podamos caminar por la calle con la frente en alto y la espalda recta y albergar alguna esperanza, basta con que la justicia no pierda”.
En julio de 2025, Francisco Bidognetti fue condenado a un año y medio de cárcel y su abogado a un año y dos meses. Es una pena pequeña, pero es a la vez de una potencia innegable: el jefe de la Camorra amenazó a Saviano y a Rosaria Capacchione.
Cuando Saviano escuchó la sentencia rompió en llanto y no era para menos, porque el veredicto es una bofetada a la ultraderecha italiana y a todos los que descalifican el trabajo de los periodistas que se juegan la vida.
Es una victoria provisional, porque las amenazas no se detienen. Saviano, acaso por ello, aconseja a sus colegas, a quienes trabajan para que se conozca la verdad, para que los pillos no queden impunes: “No lo hagan solos. Hagan redes. No pongan en riesgo su cuerpo. No se hagan ilusiones.”

