Como suelo hacer en este espacio cada cambio de año, dedico las colaboraciones de esta época para presentar un balance de los que, a mi juicio, fueron los sucesos más importantes, tanto en el ámbito doméstico como en el internacional, en el ciclo anual que está por terminar. En esta entrega, lo más relevante que ocurrió en el país.
2025 fue una continuación del deterioro de la democracia constitucional pluralista, tal como la conocimos tras la transición democrática que el país había experimentado durante tres décadas. En ese sentido, el hecho más regresivo fue la elección de cientos de cargos del Poder Judicial, con el lamentable empleo de los “acordeones” que claramente determinaron los resultados y, específicamente en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, significó el fin de la época de jueces constitucionales para inaugurar una era de jueces políticos y representantes del régimen. En la línea de la concentración de poder del régimen y de la destrucción de la institucionalidad, también destacan las reformas a la Ley de Amparo y la muy lamentable desaparición del Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (Inai) y de los órganos reguladores en materia de competencia económica y telecomunicaciones. Como la cereza del pastel autoritario, se anunció una reforma electoral, prevista para inicios del año que viene, de la que no se espera nada halagüeño.
Fue un año más en el que la violencia, lejos de dar tregua, presentó nuevos extremos de horror, con los hallazgos del campo de concentración y exterminio en el Rancho Izaguirre, los asesinatos de colaboradores del primer círculo de la Jefa de Gobierno de la CDMX, la violencia generalizada en Michoacán y el terror cotidiano que lleva más de un año azotando a sangre y fuego a Mazatlán y otros municipios de Sinaloa. Además, el drama de las personas desaparecidas sigue sin atenderse de forma adecuada.
En este mismo tenor, destaca el asesinato de Carlos Manzo, que cimbró y movilizó al país, así como el estallido de un coche bomba en Coahuayana. El asesinato de Manzo y la marcha convocada por la Generación Z llevaron, de nueva cuenta, a la sociedad civil y organizaciones de toda índole a manifestarse en calles y plazas para protestar contra el gobierno.
Este año marca un punto de inflexión en temas de corrupción. Nunca en la historia de este país se había presentado un escándalo de la magnitud del conocido como el “huachicol fiscal”, al que hay que sumar los casos de la organización criminal denominada La Barredora y los viajes de verano de la clase gobernante. En este contexto se dio el relevo anticipado de titular de la Fiscalía General de la República, cuya autonomía nunca ha sido efectiva y todo indica que así seguirá.
La naturaleza de nueva cuenta se ensañó con el país. Seis estados se vieron afectados por torrenciales lluvias que dejaron estelas de muerte y destrucción, particularmente con afectaciones en Veracruz. La falta de recursos y previsión para atender la tragedia, de nueva cuenta, fueron factores que contribuyeron a que no se diera una adecuada y pronta respuesta a la población afectada. El estallido de una pipa de gas en la capital del país y el lamentable descarrilamiento del Tren Interoceánico se suman a otros episodios de negligencia criminal, como la caída de la Línea 12 del Metro.
La economía —estancada— y la adecuada atención a la salud y distribución de medicamentos siguen siendo cuestiones de atención urgente. En cuanto a la relación con Estados Unidos, con tantos temas importantes en la agenda bilateral, sólo el sorteo de la FIFA para el Mundial de Futbol del año próximo pudo lograr que, por primera vez, después de 11 meses y medio, se reunieran los presidentes de ambos países.
En suma, un año lamentable, regresivo. En contraste y para compensar, aprovecho para desear a los lectores un muy feliz año 2026