Arturo Damm Arnal

Economistas, no adivinos

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Damm Arnal
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La mayoría de las preguntas que nos hacen a los economistas tienen que ver con el futuro. La clásica: ¿qué pasará con el tipo de cambio peso–dólar? Otra por el estilo: ¿qué sucederá con el Bitcoin?

Dado que soy economista, no adivino, la única respuesta honesta que puedo dar a las preguntas futuristas es: No sé. Pero si insisten en una respuesta, por ejemplo, con relación al tipo de cambio mañana, sería ésta: Si no sucede nada extraordinario de hoy a mañana, el tipo de cambio cerrará mañana más o menos como cierre hoy. ¿Será más o será menos? Y si será más, ¿cuánto más: uno, dos, tres, cuatro, cinco centavos? Y si será menos, ¿cuánto menos: cinco, cuatro, tres, dos, un centavo?

¿Sucederá algo extraordinario de hoy a mañana que pueda, si se trata de algo positivo, generar fuertes presiones a la baja sobre el tipo de cambio? ¿Sucederá algo extraordinario entre hoy y mañana que pueda, si se trata de algo negativo, generar fuertes presiones al alza sobre el tipo de cambio? No sé.

Si no sucede nada extraordinario de hoy a mañana, mañana el tipo de cambio acabará más o menos como acabe hoy. ¿Será mayor? No lo sé. ¿Será menor? Tampoco lo sé. Y si será mayor, ¿cuánto más: uno, dos, tres, cuatro, cinco centavos? No lo sé. Y si será menor, ¿cuánto menos: cinco, cuatro, tres, dos, un centavo? Tampoco lo sé.

Entonces, si los economistas no podemos predecir el futuro, ¿qué podemos, y por lo tanto debemos, hacer?

En primer lugar explicar por qué una determinada situación económica, por ejemplo: de menor crecimiento con mayor inflación, es la que es, cuáles son sus causas y cuáles sus consecuencias sobre lo que verdaderamente importa, el bienestar de las personas.

En segundo lugar, más importante, proponer el camino a seguir para que la situación económica mejore, por ejemplo: para lograr mayor crecimiento con menor inflación, siendo ésta la principal tarea de los economistas.

El economista no puede predecir el futuro y cada vez que lo hace, al menos que atine por casualidad, sin saber por causalidad, queda en ridículo. A una prueba me remito.

En la encuesta del Banco de México sobre las expectativas de los especialistas en economía del sector privado, de marzo de 2021, la media de las 37 respuestas recibidas a la pregunta por la inflación doce meses después, en abril de 2022 (se considera el mes posterior al levantamiento de la encuesta), fue 3.32 por ciento: 4.90 la más pesimista, 2.32 la más optimista. La inflación observada fue 7.68 por ciento. Ni la proyección más pesimista estuvo cerca.

Tanto por el poder de predicción de los economistas, cuyas principales tareas deben ser explicar por qué una determinada situación económica es la que es y qué debe hacerse para mejorarla.

Dejemos de hacerle al adivino.