Arturo Damm Arnal

Legisladores, ¿saben economía?

PESOS Y CONTRAPESOS

Arturo Damm Arnal
Arturo Damm Arnal
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Lo retomo donde lo dejé: cuidado cuando, en el ámbito de la economía, se promulgan leyes positivas contrarias a las leyes naturales como, desafortunadamente, sucede.

No conozco un caso, y no creo que lo haya, en el cual se haya promulgado una ley tan injusta e ineficaz, ¡absurda!, como lo sería la ley en apoyo a la industria del taco al pastor, que obligará a todos a consumir veinte tacos al pastor, tres veces al día, los siete días de la semana, las 52 semanas del año, ley positiva (posterior e inferior al ser humano), contraria a la ley natural de la Utilidad Marginal Decreciente (anterior y superior al ser humano). Pero hay otros casos, no tan absurdos, pero igualmente injustos e ineficaces, que sí tienen lugar. Pongo un ejemplo.

En el tercer párrafo del artículo 28 de la Constitución (uno de los artículos más contradictorios: tiene cosas muy buenas y cosas muy malas), leemos que “las leyes fijarán bases para que se señalen precios máximos a los artículos, materias o productos que se consideren necesarios para la economía nacional o el consumo popular”, lo cual, de llevarse a la práctica, algo que por lo general (todavía) no sucede, violaría las leyes de la oferta y la demanda, leyes naturales, anteriores y superiores al ser humano, no prescriptivas sino descriptivas, no creadas sino descubiertas, cuya violación distorsiona los mercados. En el caso de los precios máximos, impuestos por la autoridad por debajo de los precios de mercado, que son los acordados por los oferentes y demandantes, y cuyo resultado es el equilibrio en oferta y demanda, se genera escasez: a ese precio, el máximo, la cantidad demandada resulta mayor que la cantidad ofrecida, por lo que hay demandantes insatisfechos.

Cuidado cuando, en materia de economía, se promulgan leyes positivas (precios máximos), contrarias a las leyes naturales (leyes de la oferta y la demanda), como puede suceder. Los resultados son contrarios a las intenciones.

Las reflexiones anteriores vienen a cuento porque en unas semanas vamos a elegir diputados que, entre otras cosas, harán leyes relacionadas con la economía, y la pregunta es si saben de economía, si conocen las leyes naturales de la economía, si entienden la lógica económica. Si no, no deberían tener derecho a ser electos como legisladores, por más antidemocrático que esto suene.

Para terminar recuerdo a Adam Smith, quien consideraba a la economía política como “una rama de la ciencia del hombre de estado o legislador”, y también a Louis Dembitz Brandeis quien, parafraseándolo, consideraba que legislador (en el original dice abogado) “que no tenga estudios de economía, muy probablemente se convertirá en un enemigo público”.

Quien quiera ser legislador debería leer, ¡y entender!, estas dos obras de Federico Bastiat: El Estado y La Ley.