Arturo Vieyra

Inflación: no todo está bajo control

BRÚJULA ECONÓMICA

Arturo Vieyra*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Arturo Vieyra
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Termina el año 2022 con la preocupación sobre el crecimiento de los precios. Ya desde hace meses es una queja cotidiana entre la población el vigoroso crecimiento de los precios, especialmente de los alimentos. Si bien el reporte del Inegi mostró un avance de la inflación anual ligeramente menor al esperado, una evaluación de las cifras no descarta las preocupaciones latentes desde hace meses y la incertidumbre en torno algunos segmentos importantes de bienes para la población.

El INPC presentó en diciembre un avance de 7.8% anual, el mayor para un cierre de año desde 2000 y similar al crecimiento de los precios en noviembre; es decir, el descenso de la inflación anual tuvo una pausa en el último mes del año. Si bien destacó positivamente el subíndice subyacente (75% del INPC), cuyo crecimiento anual rompe una racha de 2 años continuos de aceleración al descender su crecimiento anual hasta 8.35% en diciembre desde 8.51% en noviembre, el progreso es mínimo.

Además, lo relevante es que no se han desacelerado las cotizaciones de los alimentos, que son una de las máximas preocupaciones inflacionarias. En el caso de los alimentos procesados su crecimiento anual alcanza ya una tasa de 14.1%, casi el doble de la inflación general y su tendencia ascendente no parece mostrar fin. En paralelo, los alimentos frescos registran una tasa muy alta de crecimiento anual, en diciembre fue de 9.5%, con avances más acentuados en los productos pecuarios (cerdo, res pollo, pescados y mariscos).

El impacto de esta dinámica de precios de los alimentos es bastante nocivo en la medida en que merma con mayor fuerza la capacidad de compra de la población con menores ingresos, generando una mayor desigualdad en la distribución del ingreso y en algunos casos orillando a la pobreza a algunos segmentos de la población.

En consecuencia, si en sí misma es nociva la inflación para la economía, por su naturaleza actual, las afectaciones sociales son mayores generando una pérdida adicional de bienestar. Todo aumento de salarios, en la ayuda social, remesas etc. pierde fuerza frente a la inflación galopante y más focalizada en alimentos. Es un imperativo disminuir la inflación.

En principio, las condiciones para bajar la inflación están dadas. En lo externo, se han restablecido casi plenamente las cadenas de suministro, los costos de los fletes han disminuido casi a los niveles precrisis, el precio del petróleo ha caído y está estable. Aunque el precio internacional de los alimentos continúa alto, no ha mostrado una nueva tendencia al alza. En lo interno, continúa la política gubernamental de apoyar con bajos precios de la gasolina, factor fundamental para contener la inflación en México.

Desafortunadamente el costo de bajar la inflación será disminuir el crecimiento económico sustancialmente hasta una tasa cercana al 1% después de crecer 3% en este año. Con ello, la inflación, según cálculos propios, podría disminuir hasta 5% a finales de este año. Además, no hay que desestimar los enormes riesgos derivados principalmente de los conflictos geopolíticos, que hoy más que nunca están a flor de piel.