Bernardo Bolaños

Ecologistas revolucionarios

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Bernardo Bolaños 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La tibieza de los expertos contrasta con la radicalidad de los jóvenes. En el parlamento abierto sobre la Reforma Eléctrica, quienes van ahí a apoyar la enmienda constitucional ignoran el tema de la urgencia de reducir las emisiones de CO2 esta década (o, en su defecto, consumar un proceso irreversible en la atmósfera). Si se supera la barrera de 1.5 °C de aumento de temperatura, nos despedimos de 10 mil años de clima benigno.

No necesariamente será el Apocalipsis, pero sí un planeta menos fértil y apacible. Frente a esa situación, los sindicalistas y funcionarios electricistas sólo hablan de geopolítica y nacionalismo. No consideran la posibilidad de acelerar la transición energética y, en una década, nacionalizar, si ello fuera indispensable.

En cambio, crece el número de jóvenes que habla de desobediencia institucional y de revolución en defensa de la vida. La joven activista climática mexicana Náme, @namevdelang, escribe en Twitter: “No quiero representación, quiero revolución”. Aclara: “La revolución, si es que hay una, tiene miles de pies y caminará miles de caminos distintos”. Obviamente, en el siglo XXI no se trata de irse a la sierra camuflado: “La simplista idealización de una revolución armada es pura virilidad patriarcal interiorizada”, escribe la joven. Citaré otro tuit suyo: “También es racista idealizar a las comunidades indígenas y cargarles con la responsabilidad de ser las salvadoras de la Tierra y de la humanidad. Podrán liderar en muchos casos, y el supremacismo blanco colonizador debe colapsar, pero la revolución es responsabilidad de todes”.

No es un abuso retórico hablar de revolución. Marx y Engels usaban ese término antes de 1847 para referirse a la acción política real y efectiva, a la emancipación del ser humano, a la actividad crítica práctica, transformadora de la realidad (no meramente libresca). Es verdad que en el Manifiesto del Partido Comunista el término está asociado a la violencia que derroca a una clase social. Pero luego, sus autores prefirieron estudiar procesos revolucionarios reales (1848, 1871) en vez de aferrarse al guion imaginado en el Manifiesto. Incluso Lenin expande el significado en sus escritos para asociar la revolución con la actividad de las masas, destinada a liberar a los oprimidos.

Los jóvenes critican el adultocentrismo y la ceguera frente a la catástrofe que se avecina. Los respalda la ciencia y el sentido común (para quien quiera abrir los ojos). Tienen razón en plantearse, ante la irresponsabilidad de la clase política, el despertar de las masas. Hoy quizá provocan la sonrisa condescendiente de ti, lector, y del grupo que, en 2018, ganó las elecciones en México y tiene la aprobación en las encuestas. Pero nada es para siempre. Una niña de 15 años, llamada Greta Thunberg, inició en 2018 lo que hoy es un poderoso movimiento de masas. Claro, el problema para el movimiento de los jóvenes es que no queda mucho tiempo. Pero sería perverso que alguien se regocije de ese hecho.