Bernardo Bolaños

Perro con cabeza de Maradona

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Bernardo Bolaños
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El humor nos permite enfrentar el horror. La misma foto que estremeció al mundo entero sirvió para provocar algunas carcajadas. Me refiero al perro que, en Zacatecas, fue filmado llevando una cabeza humana en el hocico. Durante la guerra de memes entre argentinos y mexicanos por el partido de futbol, la imagen fue difundida, editada con el rostro de Maradona.

El problema no es nuestro humor negro, que admiraba Breton y remonta a Posada, sino aceptar el horror, volverlo algo normal. El futbol revela lo violenta que es la sociedad mexicana más allá del crimen organizado. Nuestros entrenadores más famosos son, más que expertos en el pizarrón, bravucones, capaces de golpear a un comentarista o a un jugador rival. El boxeador más famoso del país puede enviar públicamente una amenaza a Messi, por una supuesta falta de respeto a la camiseta verde, sin que surja el mismo nivel de condena que recibió el actor Will Smith por cachetear a Chris Rock en la entrega de los Oscar.

Hay más ejemplos. En la prensa amarillista mexicana es posible encontrar mujeres en bikini y cadáveres ensangrentados en la misma página. Los psicólogos deberían evaluar las emociones que genera en nuestras mentes ese cocktail de erotismo y gore, de porno y violencia visual.

Desde ya, los legisladores podrían regular esos excesos. Como señala Owen Fiss, una libertad de expresión sin límite frente a la privacidad y la dignidad humanas tiene efecto silenciador. Es decir, la libertad de expresión de los tabloides amarillistas silencia a muchas mujeres y es posible que tenga un efecto catalizador de violencia. ¿Cómo se puede formar a sujetos compasivos si no sólo se nos acostumbra a la violencia extrema sino que, además, se la acompaña de imágenes seductoras de modelos casi desnudas?

Un amigo abogado me dice que no está de acuerdo en prohibir las portadas y contraportadas que, subliminalmente, hacen sexy la violencia extrema. Es un liberal y le pesa que el Estado limite lo que sea. “Empiezas con una prohibición y luego vendrán otras en cadena”, dice. A esa creencia se suma el hecho de que las escuelas de derecho, particularmente influenciadas por Hans Kelsen, sean alérgicas a las ciencias. “¡Qué tienen que andar opinando los legisladores sobre emociones morales!”, reclamarán. Pero la psicología, durante el siglo XX y XXI, ha avanzado mucho en el estudio de las emociones. Hay que recurrir a ella para promover emociones morales y emociones positivas.

Se hace en los países más pacíficos. En Canadá no se venden armas tan fácilmente como en Estados Unidos y los tabloides no contienen cadáveres descuartizados junto a mujeres en cueros; ni siquiera los niños tienen permitido organizar guerras de bolas de nieve en el recreo. Cierto, hay un espacio ritual en ese país para la violencia. Los canadienses son amables excepto en el hockey y cuando defienden sus minas. Y los mexicanos, ¿cuándo no somos violentos?