Bernardo Bolaños

Skynet vs. la crisis climática

ANTROPOCENO

Bernardo Bolaños *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Bernardo Bolaños 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Un gran debate actual es si frenamos el progreso tecnológico en nombre de la sustentabilidad ambiental o si lo aceleramos para estar en condiciones de enfrenar la crisis climática. En este segundo bando, Jeremy Rifkin es el autor clave que ha señalado que la convergencia de Internet con las energías renovables da lugar a una tercera revolución industrial. Ésta nos podría permitir controlar la distribución de energía a edificios, transporte e industria mediante una red inteligente, reducir costos marginales y mitigar el cambio climático. Alemania y China confían en el argumento de Rifkin y están aceptando una complejidad creciente del sistema eléctrico.

Otro autor de ese bando, James Lovelock, también sugiere que la tecnología exacerbada podría servir para enfrentar la crisis climática. Más aún, piensa que hemos fracasado como especie y que ya no hay otra salida. Para Lovelock, nuestra era (el Antropoceno) va a acabar pronto y podría ser una bendición dar paso ya al Novaceno, época en la que las máquinas tengan el control. ¿Cómo nos someteremos a ellas? De la misma manera como las aplicaciones ya resuelven complejos acertijos matemáticos, lingüísticos y sociales, así como metaproblemas (acertijos sobre los acertijos). Todo ello gracias a la gran velocidad de transmisión de los impulsos eléctricos a través de superconductores. Y lleguen hasta donde lleguen, según Lovelock, las máquinas no serían capaces de exterminarnos a nosotros, sus creadores.

Tenemos en puerta una posible guerra en Ucrania como para ponernos a hablar de una hipotética amenaza de una red inteligente contra los humanos, como Skynet en las películas Terminator. Pero quien quiera olvidar por un rato problemas más urgentes, sumérjase en esa loca discusión y, así, reflexione sobre el dilema de apoyar o no la conectividad tecnológica extrema. En mi opinión, sería una paradoja frenar la innovación y quedarnos estacionados precisamente en las tecnologías del siglo XIX, movidas con combustibles fósiles. No sueño con colonizar Marte, pero sí estoy convencido de que urge consumar tecnológicamente la transición energética.

Sé que a mis compañeras ambientalistas, en particular a las más hippies y revolucionarias, no les gustan las soluciones tecnológicas; prefieren centrarse en la justicia climática y buscar limitar el crecimiento económico. Pero quizá haya que rendirse a la evidencia: por un lado, miles de millones de seres humanos no se están moderando, siguen usando sin culpa el aire acondicionado y pesadas camionetas. Muchos políticos y economistas creen que el tamaño del PIB es lo único que importa. Ante ese escenario, urge que nuestro modo de producción se case con la tercera revolución industrial. Necesitamos continuar las reuniones por videoconferencia para desplazarnos menos. Necesitamos sistemas eléctricos inteligentes. Sin dejar que nos gobiernen los algoritmos y las apps. ¡Que nos lancen un salvavidas!