El derecho de morir

BAJO SOSPECHA

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Lo único que tenemos seguro en esta vida es que algún día vamos a morir y, sin duda, la preocupación de todas las personas es que en esa etapa final no se sufra.

Cancelan su eutanasia

Martha Sepúlveda, la mujer que alistaba su muerte voluntaria, en imagen de archivo.
Martha Sepúlveda, la mujer que alistaba su muerte voluntaria, en imagen de archivo.Foto: Especial

El debate siempre ha sido intenso sobre si se debe permitir o no la eutanasia. Pero ¿los que aprueban las leyes se ponen en los zapatos de quien tiene una enfermedad progresiva que lo único que va a suceder con el tiempo es que la situación de salud empeore? También hay organizaciones como la Iglesia que ha hecho movimientos muy fuertes para que la eutanasia no se permita.

En estos días hemos escuchado la historia de Martha Sepúlveda en Colombia. Ella padece esclerosis lateral amiotrófica, le ha afectado tanto que apenas puede caminar.

Martha, quien es una mujer de mucha fe, hizo una entrevista entrañable con el periodista Juan David Laverde, de Noticias Caracol, y dijo: "Dios no me quiere ver sufrir a mí, desde que me enferme ya no vivo, sobrevivo”.

Con la enfermedad diagnosticada hace tres años y con el terror de enfrentar los dolores de la etapa final, tomó la decisión de solicitar un permiso para poderse practicar la eutanasia. Sería la primera paciente con diagnóstico no terminal en acceder a la eutanasia en Colombia.

Ella había logrado el acceso a una eutanasia según lo estipulado por la Corte Constitucional en la sentencia C-233, el pasado mes de julio, cuando se autorizó la eutanasia también para pacientes con enfermedades no terminales. De hecho, el primer país en América Latina que despenalizó la eutanasia y la designó como un derecho fundamental fue Colombia, en 1997.

Martha contó que desde que recibió la autorización duerme, come y disfruta, aunque tenga dolor. Su familia que sufre por su partida la apoyan, han estado con ella en todo, sobre todo su único hijo.

Planeó el día, que fuera un domingo en la mañana, porque es el día que siempre va a misa, la eutanasia hubiera sido ayer, pero con todo preparado, sobre todo el trabajo interno y psicológico que Martha tuvo que hacer para poder planear su partida en paz, el Instituto Colombiano del Dolor (Incodol), en Medellín, canceló el procedimiento pautado para las 7 de la mañana después de “contar con un concepto actualizado del estado de salud y evolución de la paciente” y alegar que “no se cumple con el criterio de terminalidad como se había considerado”.

Y así es como cancelaron a última hora la eutanasia de Martha Sepúlveda.

Según un comunicado del Incodol, el Comité Científico Interdisciplinario para el Derecho a Morir con Dignidad "concluyó de manera unánime cancelar el procedimiento", al determinar que "no se cumple con el criterio de terminalidad como se había considerado en el primer comité" que evaluó su caso.

Y cuando Martha tenía ya la posibilidad de una muerte asistida después de que, en julio pasado, la Corte Constitucional de Colombia ampliara el acceso a la eutanasia a pacientes con enfermedades no terminales, se echó para atrás el procedimiento.

La abogada Camila Jaramillo declaró a El Tiempo de Colombia que su clienta después de la entrevista que dio ya no vio su celular y ha tratado de estar tranquila:  "En realidad es como si el mundo estuviera explotando afuera y ella no tiene ni idea de lo que está pasando. Si el celular de Martha estuviera disponible, ella no tendría vida, pero hemos sido muy cuidadosos de que ella está en su mundo, resguardada ya y que nadie interfiera con su paz y su tranquilidad".

Me parece que una vez que se dio la autorización, es inhumano para Martha haberle revertido ese permiso. La que va a estar postrada en una cama con dolores intensos es ella, no quien firmó la cancelación del procedimiento. Es un tema de libertades y en donde la gente debería poder decidir qué hacer.

Este caso me recuerda a otro que en estas páginas les contaba en 2014, la historia de Brittany Maynard, la joven de 29 años quien sufría un incurable cáncer de cerebro.

Brittany, quien en ese entonces estaba recién casada, no quiso sufrir las consecuencias de esa enfermedad y decidió quitarse la vida al lado de sus seres queridos.

Para poder morir con sus propias reglas, sin padecer cuidados paliativos del cáncer hasta el final, decidió mudarse a Oregón, uno de los cinco estados que autorizan la llamada muerte con dignidad en Estados Unidos (junto con Washington, Montana, Vermont y Nuevo México), acción aplicable a seres humanos, en fase terminal, y que consiste en tomar alguna medicina para quitarse la vida y así no llegar a sufrimientos extremos.

Brittany eligió esta fecha porque quería festejar el cumpleaños de su esposo, con quien se había casado dos años antes, y decía que él había asumido su enfermedad, como a un héroe. Meses antes de morir viajó junto con sus padres y su marido, y cumplió su sueño de viajar al Gran Cañón de Colorado para estar cerca de lo que decía que era lo que más amaba: la naturaleza y su familia.

Días antes de su muerte aseguraba que no podía esperar mucho tiempo para morir para que no avanzara su enfermedad y ya no pudiera tener una muerte con dignidad.

Eso es justo lo que le puede suceder a Martha en Colombia con la cancelación de su procedimiento de eutanasia.

Brittany hizo una campaña muy intensa para que se aprobara la muerte digna en todos los estados de la Unión Americana.

Y es que hay muchos casos trágicos alrededor de estos temas. Por ejemplo, en el 2013 una mujer le dio morfina a su padre de 93, quien estaba agonizando. Fue arrestada y mantuvo cargos criminales por casi un año.

En Oregón la ley de muerte digna le permite al médico tratante prescribir medicina para que el paciente se pueda quitar la vida, pero no lo obliga a que asista.

La historia de Martha y Brittany debería de ponernos a pensar cómo quisiéramos pasar nuestros últimos meses si estuviéramos diagnosticados con una enfermedad terminal. En la Ciudad de México tenemos la opción de no estar conectados a respiradores artificiales que, además del sufrimiento, pudieran afectar la economía de los pacientes o sus familias.

La eutanasia en México no está permitida, si alguien llega a auxiliar a alguna persona en hacerlo, puede llegar a la cárcel.

Lo que sí se logró hace dos años en el Senado de la República es que se aprobara de manera unánime la reforma al párrafo cuarto del artículo cuarto de la Constitución, por medio de la cual se ordena la aplicación de medidas para que pacientes con enfermedades terminales tengan una muerte digna.

Es decir, las personas que se encuentren con una enfermedad en etapa terminal podrán recibir los tratamientos y medicamentos paliativos para no tener dolor ni sufrimiento en el final de la vida y que será el propio Estado el que proveerá los mecanismos adecuados para que se acceda a ello.

Pero la ley de muerte digna no es la eutanasia, que en México no está permitida. Muchos se preocupan, con toda razón, por el derecho de nacer. Asombra que no tengamos por lo menos la misma preocupación por el derecho a decidir cuándo morir.