Obras de Saint-Saëns y Carl Orff

Esta vez, comparto en dos tiempos, con los tres o cuatro lectores fieles de estas Claves, obras del francés Camile Saint-Saëns (1835 – 1921) y del alemán Carl Orff (1895 – 1982). Concierto para piano y orquesta No. 5, de Camile Saint –Saëns; y Oratorio Carmina Burana, de Carl Orff. El frío se hace cómplice de los contagios. Lo mejor: buscar abrigo en la música que espanta todos los demonios y nos acerca a los beneplácitos de Dios.

Primer tiempo: Concierto para piano y orquesta No. 5 en Fa Mayor Op. 103 -- conocido como “Egipcio” (Allegro animato, Andante, Molto Allegro), del autor de la famosa ópera Sansón y Dalila (1877), el “Mendelssohn francés”: Camile Saint-Saëns. Pieza de exigencia técnica que la pianista que escucho, Di Wu, aborda con discernimiento en un Allegro inicial que transita por un insinuante vals/marcha desde cadencias marcadas por las cuerdas (sutiles pizzicatos), flautas, clarinetes y fagotes.

Piano que presenta el motivo en diálogo con las cuerdas: hondos acordes y atmósfera de armoniosa elegancia orquestal. Andante en frondas melódicas/rítmicas apegadas al espíritu del Norte Africano que para muchos musicólogos hacen referencias a Egipto. Wu ejecuta esta sección con arresto cuidadoso.

Molto allegro de vivaz proporción instrumental (presta, resuelta, diligente) que la orquesta sabe configurar en complicidad con una solista crecida y categórica en digitación de clústeres y discurso incitante y atractivo.

Segundo tiempo: Plato fuerte: Carmina Burana (“Fortuna Imperatrix Mundi”, “Blanzifor er Helena”, “Fortuna Imperatrix Mundi”) del polémico Carl Orff. Ritmo primitivo que no deja indiferente a nadie. Obra popular, contagioso oratorio (¿cantata dramática?, ¿cantata escénica?, ¿canciones profanas?...) basado en textos latinos y alemanes de la Edad Media. Barítono, tenor, soprano, Coro Búlgaro Capella y Orquesta Filarmónica de Sofía, bajo el vehemente caudillaje del conductor Avram Kamenov despliegan exaltaciones impetuosas.

Lenguaje tonal imperioso que siempre, cada vez que lo escucho, me pone en vilo: orfeón en inflexiones precisas y barítono de entonación tajante. Soprano que sabe dialogar con el tejido percutivo. Composición casi desprovista de avenencias armónicas, sin contrapunteo instrumental, pero de seductora recitación.

¿Música pro nazista?: Carl Orff lo fue; pero, sus “Canciones de Beuren” seducen por su espíritu de concordias antiguas fascinantes y procelosas. Expansión y epigramas métricos

en elípticas manifestaciones desde “señas románticas” que tienen quizás, sus raíces en Richard Strauss. Me empapo de versos ardorosos en los que el aticismo, la desesperanza y la espiritualidad juegan un papel cardinal (“Estas chicas que giran alrededor / son todas solteras; / ¡dicen que quieren pasar sin ningún hombre/ todo este verano / ¡Ah! ¡Eso!”).

Encore íntimo: Tiempo extra con Von Weber: obertura de El Cazador furtivo, ópera estrenada en Berlín en 1821, bajo batuta del mismo Weber, con poca aceptación por el predominio en el gusto del público de la ópera italiana. Años después, sin embargo, se convierte en una pieza concluyente del repertorio operístico germano. Von Weber supo corresponder muy bien el motivo melódico (leitmotiv) con las características de los personajes, circunstancias dramáticas, espacios, gestos de los personajes y conflicto: recurso que fue muy bien explotado por Richard Wagner en muchos de sus dramas musicales posteriores.

Remato con uno de los preludios más intensos del género operístico. Exacto, de expresivo apunte melodioso. Muestrario de elocuencias progresivas redundantes en el que la sonoridad de los cornos (hilo temático clave) trompetas y trombones juegan un papel fundamental. Tenue sonoridad inicial de las cuerdas que se intercala en los diferentes pasajes hasta un tutti que tantea señales de marcha/vals en decorado de expresiva sonoridad, que hacen evidentes los influjos de Weber sobre la concepción armónica de Wagner.