Carlos Olivares Baró
Releer a Jaime Gil de Biedma
LAS CLAVES
He estado en estos días inmerso en el cosmos de una poeta de quien estoy enamorado: la española Clara Janés. La poesía: gracia cimbreante: follaje de sueños que desciende al precipicio con el fuego de la aurora. Amo a Clara Janés, confieso que camino este verano bajo los acordes de sus resonancias: merodeo por sus estaciones hasta llegar “al cristalino resbalar de la nada”: motete humedecido de silencio. Pero, ella me ha conducido a releer a otros poetas de esa España entrañable. Jaime Gil de Biedma, Ángel González, Claudio Rodríguez y José Ángel Valente.
Me detengo en Jaime Gil de Biedma (Barcelona, 13 de noviembre, 1929- ibid., 8 de enero, 1990), poeta destacado de la segunda mitad del siglo XX, figura trascendente de la Generación de los años 50 insertada en la llamada Escuela de Barcelona. Lo evoco enfermo rodeado de sus amigos y hermanas junto a su pareja, el actor Josep Madern, quienes estuvieron cuidándole hasta sus últimas horas. “Leones acompañan mi deseo / dispuesto al salto / cuando mi talle doblas y rosan puntas / los lóbulos suaves” (Clara Janés).
Poeta en la búsqueda de una consonancia íntima en los atajos del tiempo a través de una ‘obsesión’ por mitificar los intervalos efímeros del sosiego y de la reafirmación de la identidad alcanzada en los polémicos episodios entre acción personal y sociedad. Evocaciones entrecruzadas con franjas familiares, experiencias eróticas y hedónicas con el implacable paso del tiempo como testigo absoluto. Glosar las transparencias de la pasión amorosa, el deseo, la devoción de la amistad y la clemencia como estrategias para vencer los oscuros entramados de la muerte.
“Alguna vez recuerdo / ciertas noches de junio de aquel año, / casi borrosas, de mi adolescencia / (era en mil novecientos me parece /cuarenta y nueve) /porque en ese mes /sentía siempre una inquietud, una angustia pequeña /lo mismo que el calor que empezaba, / nada más / que la especial sonoridad del aire / y una disposición vagamente afectiva”, suscribe Jaime Gil de Biedma en la antología Volver (1990).
Presencia de conjugaciones lúdicas abrazadas por improntas irónicas en la conformación de un habla poética muy personal. Los elementos autobiográficos se manifiestan a través de fabulaciones en que las cifras de posibles ternuras huyen siempre de la autocompasión. “En esas horas miserables / en que nos hacen compañía / hasta las manchas de nuestro traje, / hablábamos de la vida // y el pobre se lamentaba de lo que hacían con él: ‘Me han echado a patadas /de tantos cuartos de hotel...’”.
Comparto algunos de mis subrayados de los cuadernos de Jaime Gil de Biedma: “Nada hay tan dulce como una habitación / para dos, cuando ya no nos queremos demasiado” * “Más, cada vez más honda / conmigo vas, ciudad, como un amor hundido, / irreparable. // A veces ola y otra vez silencio” * “qué revolución de soles /en el alma!” * “sobre lo trémulo / de la memoria desnuda, /todo se está repitiendo” * “me he parado a escuchar el latido / del silencio en mi cuarto” * “Aunque acaso fui yo quien te enseñó. / Quien te enseñó a vengarte de mis sueños, / por cobardía, corrompiéndolos” * “Resolución de ser feliz / por encima de todo, contra todos / y contra mí”.
- Autor: Jaime Gil de Biedma
- Género: Poesía
- Editorial: Lumen
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