Carlos Urdiales

Izquierda dramática, no democrática

SOBRE LA MARCHA

Carlos Urdiales
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Por donde se le mire, el argumento del Presidente López Obrador se impone; no valen maniobras de última hora para agandallar en San Lázaro lo que las urnas no dieron al Partido del Trabajo en el Congreso. Por donde se le mire, el argumento del vicecoordinador del PT, Gerardo Fernández Noroña, pierde; vive la grilla legislativa como guerra, donde la capacidad destructiva impera.

Para el registro queda el reclutamiento, durante el fin de semana, de personajes ofensivos para la 4T obradorista, y para Claudia Sheinbaum en particular, como Mauricio Toledo, con tal de ser lo que no son y presidir en el tercer año la Mesa Directiva de esta 64 Legislatura. También la ida y vuelta de Morena de Manuel López Castillo, cuyo éxodo arrebataba a Morena la Junta de Coordinación Política. Ver para creer.

Pero la explicación de Fernández Noroña del porqué su melosa insistencia se lleva palmas. Porque, dijo, los priistas asesinan a sus líderes y la Constitución prevé que si AMLO faltara, la presidenta de la Cámara de Diputados asumiría el poder mientras convoca al pleno del Congreso… Y por eso. En cambio, él, Noroña, no ambiciona el poder inmediato, puede esperar hasta 2024.

Le digo, la izquierda en México es más dramática que democrática. Y no le tiembla nada para soltar estulticias sin ruborizarse. O reírse. Mientras tanto, Morena está al filo de la perredización. El poder lo enferma, padece una adicción sin cura aparente a liderazgos mesiánicos, morales o presidenciales; los modernos liberales del siglo XXI no saben autogobernarse a pesar de ser gobierno.

Desde que el PRD ganó la Ciudad de México, los progresistas se extravían a cada rato. Devoran liderazgos; cochineros los persiguen, tribunales los regañan y disciplinan a golpe de sentencias; sus cuadros más destacados pelean con uñas y ambición cada posición, lo mismo en el Congreso que en un comité vecinal.

A quien hoy rinde su enésimo informe de Gobierno (segundo en estricto sentido) lo que menos falta y bien le hace es mostrar la incapacidad de los suyos para portarse como agentes de cambio, no como porros con fuero; que es como se comportan. En este contexto, la incursión de Gibrán Ramírez Reyes a la contienda por la dirigencia de Morena viene bien.

Quien ahora es más conocido como un comentócrata de la 4T que órbita en medios públicos y privados con frecuencia inédita, es un joven (30 años), con más ideas que recursos políticos, como con los que sí cuentan sus adversarios, Mario Delgado, Yeidckol Polevnsky y Alejandro Rojas Díaz Durán; todos con apoyos clientelares y presupuestos tanto oficiales como irregulares.

Sano será que una mente fresca irrumpa en el núcleo de una izquierda agotada entre reyertas y simplismos populistas frente a una misión relevante que demanda la seriedad y profundidad que Gibrán Ramírez puede darle a un movimiento con más pendientes de Gobierno, que sus apuros contestatarios que sólo lastran sus mejores intenciones. Todo en una 4T urgida de transformaciones serias, íntimas y profundas.