Carlos Urdiales

Joe Biden, el nuevo Masiosare

SOBRE LA MARCHA

Carlos Urdiales
Carlos Urdiales
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Luego de la victoria electoral de Joe Biden la tensión por el no reconocimiento del Gobierno mexicano ha crecido sin aparente sentido. Cuando mandatarios de otros países saludaban el triunfo del demócrata, el Presidente López Obrador se refugió en una legítima formalidad.

Si el Senado de Estados Unidos no ha proclamado presidente electo a Biden, cosa que sucederá hasta el 6 de enero, México no tiene por qué felicitarlo. Aún.

Las críticas se sustentan en que elecciones como las de Argentina, Bolivia o Guatemala, en las cuales los parabienes de la 4T no apelaron a ninguna asepsia jurídico-electoral para mandar buenos deseos y abrir puertas a comunicaciones bilaterales.

El talante presidencial transita de la paciencia a la exasperación cuando asume algo que nadie ve: la intención colonizadora de Estados Unidos asumiendo que se le critica falta de pertinencia diplomática con afanes de sumisión al imperio yanqui.

“No somos peleles de nadie… no somos colonia de ningún país… tenemos principios de autodeterminación y también doctrinas para no intervenir en los asuntos internos de otras naciones”, son frases presidenciales que revelan quizá otras presiones invisibles, secretas, para hacerla de cómplice externo en la estrategia de Donald Trump de acusar fraude electoral y judicializar tantas elecciones estatales como le sea posible.

Que el secretario de Estado estadounidense, Mike Pompeo, declare que habrá una transición gubernamental tersa, pero hacia el segundo mandato de su jefe, no es cualquier cosa. Tampoco el que el encargado federal para investigar delitos electorales haya renunciado luego de que el procurador, William Barr, acatara la instrucción de Trump de exigir a fiscales estatales meterse a fondo en los colegios electorales de cada entidad.

Trump y sus halcones jurídicos encabezados por el sexi y rudo Rudolph Giuliani (lo de “sexi” se explica si ve Borat 2, la película de Sacha Baron Cohen, disponible en Netflix, y busca casi al final la secuencia de cámara oculta donde la estrella es el exalcalde de Nueva York), están decididos a demoler los recursos del sistema electoral de su país con tal de forzar la permanencia del magnate en la Casa Blanca.

El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, habló por teléfono con Joe Biden, lo que a ojos presidenciales mexicanos exhibiría a nuestro otro socio en el T-MEC como alguien no con reflejos adecuados, sino sumiso ante la potencia vecina.

La explicación de nuestra embajadora en Estados Unidos, Martha Bárcena, aludiendo, explícitamente, a instrucciones de su jefe, el canciller Ebrard, y del superior de ambos, el Presidente López Obrador, para resistir cualquier manifestación o comunicación que se interprete como pronunciamiento a favor de Joe Biden, se interpreta en círculos de Washington como un pago de facto del Gobierno mexicano a presuntas ayudas de Trump.

Repentinamente, la estricta diplomacia mexicana ha convertido el triunfo democrático de Joe Biden en Masiosare, aquel extraño enemigo que acecha nuestra independencia, soberanía y dignidad. La polarización como sello de la casa. La parcialidad disfrazada de selectiva e inédita mesura diplomática.