El resplandor de Tokio

ARQUETIPO FUTBOL

Daniel Alonso
Daniel AlonsoLa Razón de México
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A Tokio 2020 le quedan tan sólo cinco días de suspiros y emociones. El ocaso de unos Juegos que pasarán a la historia de la humanidad por ser los primeros en llevarse a cabo en medio de una pandemia que paralizó al mundo y que tuvieron que realizarse en extremas condiciones y a pesar de todo, el brillo de los deportistas iluminó por tres semanas al planeta entero.

La participación mexicana en esta justa olímpica se asociará a ese “cuarto lugar” que parece generar conflictos internos en más de uno. No hay más que felicitar a todos los deportistas mexicanos que con esfuerzo y dedicación, lograron clasificarse para unos Juegos Olímpicos; la mayoría lo hace únicamente con el impulso de la pasión personal por un arco y una flecha, por el amor a una pelota, una pista o a una piscina.

Desde el conocimiento de lo que se siente ser el mejor en cualquiera disciplina deportiva, el obtener un trofeo o una medalla, genera un éxtasis para el que lo consigue. Los rostros de los atletas emergentes o desconocidos lo dicen todo. Un premio extra por todo el trabajo que está detrás de un pedazo de metal; pero a tan sólo segundos, centímetros o décimas se quedaron otros deportistas mexicanos. Sí, el deporte es cruel en ese sentido, pero cuartos lugares que también pasan a la historia.

En esa ventana puede colarse también la Selección Mexicana de futbol, que sorprendió a sus detractores que ya los daban por eliminados ante la imbatible Corea del Sur. Jaime Lozano y sus muchachos no sólo ganaron el partido, sino lo hicieron con una actuación soberbia. Varios jugadores de este equipo podrán dar el salto a Europa, de hecho, ya hay informaciones del interés de la Federación Japonesa de sumar al técnico Jaime Lozano al proyecto del país del sol naciente.

Tokio 2020 tal vez no fue como lo soñaron sus organizadores, pero vaya que cumplieron el sueño de millones de personas que disfrutaron los logros de sus compatriotas en varias historias casi inverosímiles. Y hay una que sobresale por la repercusión que puede tener, y es sin duda la de Simone Biles. La gimnasta estadounidense llegaba a estos juegos como una de las grandes figuras. Y con toda la confianza que puede tener una persona que desafía las leyes de la gravedad, decidió dar un paso al costado.

“Mi salud mental es primero”, con ese mensaje la

atleta de 24 años le dijo al mundo que todos somos más vulnerables de lo que aparentamos y que el alivio que genera poder expresarlo, vale más que cualquier medalla de oro. Y era inevitable que desde las redes sociales se hicieron todo tipo de críticas poco constructivas en torno a su persona, tratando todavía de opacar el resplandor de aquella jovencita que conquistó la gloria hace cinco años con ejercicios de gimnasia perfectos.

Muchos de esos comentarios vienen desde mentes que están extraviadas en ese laberinto que diseñó Stanley Kubrick para una de las películas más oscuras de la historia del cine y que precisamente excava en aquellas personas que nunca priorizaron su salud mental. Es por eso que el ejemplo que dio la joven gimnasta ha sido retransmitido millones de veces a lo largo y ancho del planeta porque no existe cuerpo sano, sin mente sana y hoy más que nunca, el mundo lo necesita.

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.