Breve relato de padre e hijo

JUSTA MEDIANÍA

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Cada marzo, con toda justificación, el apellido Colosio vuelve a las páginas de los diarios y al contenido de los noticieros de radio y tele. Yo era un niño; una noche como cualquier otra, sentado a la orilla de la cama de mis papás, frente a la televisión, veía las asombrosas imágenes que habían sucedido momentos antes, donde un hombre le arrancaba la vida a otro.

Recuerdo el timbre y tono de voz de Talina y de don Jacobo, narrando lo sucedido; la canción que amenizaba el evento, desconocida para mí, nunca más la olvidé. Me costó trabajo dormir y el tema fue recurrente los días posteriores.

Mis únicos vínculos con Colosio eran dos: escuchar alguna vez su apellido a la pasada en la televisión, mientras papá veía el noticiero, y las menciones que hacía el hombre que nos atendía en el mercado, al que escuché decir más de una vez, que la camioneta en la que llegábamos a hacer las compras, era “como la de Colosio”, refiriéndose a una Chevrolet Blazer azul, que me imagino era igual o similar a la del político.

Entre el carrusel de imágenes que se transmitían por televisión los días posteriores a su asesinato, no puedo olvidar la de un niño, Luis Donaldo. En aquellos años, tendría la edad que hoy tiene mi hijo mayor. No puedo siquiera imaginar lo que vivió al ver esas imágenes, al enterarse que le habían arrebatado a su padre de una manera tan cobarde. ¿Cómo le intentaron explicar lo que pasó? ¿Cómo fueron sus días posteriores? ¿Qué esfuerzos realizaba para conciliar el sueño? ¿Cuántas preguntas sin respuesta dieron vuelta por su mente? ¿Cómo podría sobreponerse a algo así?

Ser hijo de una figura pública debe ser muy difícil, mucho más en este contexto. Si triunfas, dirán que fue por tu padre; si fracasas, dirán que ni con el impulso de tu padre lograste triunfar.

David Goggins sostiene que debemos utilizar el dolor y la adversidad como combustibles para construir nuestros sueños; me imagino que Luis Donaldo así lo ha hecho. Logró quitarse de encima o cargar con la suficiente fuerza el doloroso final de la vida de su padre, que a muchos nos habría sepultado, privándonos siquiera de recomponer la rutina más simple. En contraste, Luis Donaldo logró establecer objetivos y encontró lo necesario para ejecutar estrategias para llegar a ellos. Se sobrepuso a un camino de adversidad, que imagino estuvo conformado por momentos de angustia, miedo, tristeza y desconfianza. Mientras muchos otros no hubiéramos podido siquiera hablar de política, valientemente ingresó al sector que le arrebató a su padre y ha triunfado en él.

Cualquiera que hayamos estado en el fondo de un pozo o hayamos sido sacudidos por un suceso doloroso, sabemos que resulta complejo encontrar la claridad mental y los arrestos para seguir adelante; que sólo la fuerza del corazón nos permite hincarnos, despegar una rodilla del piso y ponernos de pie para comenzar a escalar las paredes para eventualmente salir de allí y una vez afuera, intentar construir nuestras metas. Abrazo y reconocimiento para nuestros padres, estén donde estén.