De La Polar, a Sutton

JUSTA MEDIANÍA

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

El comportamiento de los colaboradores de dos establecimientos nos brinda valiosísimas lecciones, unas que deben premiarse y repetirse, otras que deben eliminarse y cultivarse de nuevo con un sentido diametralmente opuesto.

Los bares, cantinas y discotecas no deberían ser un lugar de alto riesgo para mujeres y hombres. Los espacios son seguros o no, principalmente por el comportamiento de sus integrantes y empleados. Son ellos, por encima de los clientes, quienes configuran entornos seguros.

En la Ciudad de México, desde 1934, está en funcionamiento el Restaurante Bar La Polar. Los primeros días del año, dentro del establecimiento, un hombre fue presuntamente agredido por el personal del mismo, hasta causarle la muerte. Presuntamente, los causantes de las lesiones fueron meseros y personal de seguridad del bar. Videos del circuito cerrado de televisión demuestran cómo hombres uniformados arrastran a la víctima hacia la banqueta del establecimiento, quien luce desvanecido. Las autoridades determinaron que la muerte fue causada por asfixia.

Las razones que provocaron la riña no son claras, algunas versiones sostienen que ha sido la discusión con otros comensales lo que provocó la intervención de los empleados; otras, que ha sido la negativa a pagar la propina a los meseros por parte del cliente el detonante. Lo que es absolutamente claro es que no existe causa justificada alguna para lesionar y asfixiar a un cliente, para después arrastrarlo hacia fuera del establecimiento. Lo que es claro es que nadie tuvo el liderazgo suficiente para detener el evento, ni un mesero, un garrotero, un empleado de seguridad, el gerente o el propietario, nadie, o para aplicar un protocolo adecuado para contener un conflicto que pudo haber sido menor.

En el otro extremo, en un evento que describe un comportamiento radicalmente opuesto que provoca un extraordinario contraste, está lo sucedido en una exclusiva discoteca en Barcelona, España, de nombre Sutton.

Fue el encargado del acceso al establecimiento quien notó algo raro en tres jóvenes mujeres que abandonaban la discoteca después de corto tiempo de estar en ella. Con notable sensibilidad el hombre las detuvo, escuchó sus primeras impresiones, les pidió que no se marcharan, las trasladó a una sala dentro del establecimiento para que pudieran narrar lo sucedido al encargado, quien a su vez coadyuvaría en la gestión del evento frente a la autoridad. La mujer, sólo momentos antes, había sido violada dentro del bar. Con celeridad —que siempre resulta fundamental en el esclarecimiento de este tipo de sucesos—, las autoridades se apersonaron en el lugar, la víctima fue trasladada al hospital para ser atendida y aplicársele las pruebas y estudios necesarios para esclarecer lo sucedido. En resumen, los empleados y encargados del establecimiento, detectaron a la víctima, la pusieron a salvo, alertaron a la autoridad y colaboraron en el proceso. La víctima está a salvo y el victimario se encuentra en prisión.

Dos eventos profundamente dolorosos, definidos por el comportamiento de los integrantes del establecimiento. En un extremo, victimarios, en el otro, volcados para asistir a la víctima.