Jane Campion: mujer directora de cine

CLARAMENTE

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Nueva Zelanda, 1961, Anna (nueve años) y Jane (siete) están sorprendidas de los cambios en la dinámica de la familia con la llegada de su hermano Michael, el único varón de la familia, sus padres están pasando más tiempo en la casa, tienen una compañía de teatro, la primera en su país.

Richard Campion es el director y su madre Edith, actriz. Tienen una relación que surgió como un cuento romántico, la joven huérfana rica se enamora de un pobre muchacho, que ha sido expulsado de su familia evangélica por su rebeldía, se casan y hacen su sueño; sin embargo, a sus hijas Jane y Anna las dejan al cuidado de nanas que aprovechando la situación las tratan mal. En una entrevista reciente a The New York Times, Jane cuenta un recuerdo vívido de estar con su hermana en la puerta de la recámara de sus padres para decirles que sufren terror de cómo una de ellas las acosa y golpea, se arrepintieron de acusarla en el último momento: “Yo no podía soportar que, aunque les dijera, ellos no hicieran nada para defendernos”.

Cuando Jane tenía nueve años se acabó la herencia de su madre y con eso la compañía teatral. La dinámica familiar es difícil, hay una marcada diferencia en el trato de Michael, es considerado más valioso por ser varón, los padres pelean por las infidelidades de Richard y Edith sufre episodios de depresión muy graves, con hospitalizaciones psiquiátricas y tratamiento con terapia electroconvulsiva. Jane hacía muchas cosas para conseguir la atención de su madre, cuya mirada estaba dirigida al infinito, la vio sufrir tanto que en una ocasión le dijo que si se suicidara ella la entendería.

Por otro lado, Jane era una niña vital y curiosa, cuando visitaba a otras amigas le preguntaba a sus madres cómo eran sus días y se sorprendía de enterarse que ellas llevaban a sus hijos al dentista, a la escuela o al parque, ella nunca disfrutó de la presencia de la suya.

En la adolescencia viajó por Europa y surgieron inquietudes y amor por el arte, se decidió por estudiar Antropología, según explica: “Para examinar las formas en que los humanos resolvían el mito de las estructuras sociales y resolvían las oposiciones fundamentales de la existencia: vida y muerte, luz y oscuridad”, después estudió pintura en la escuela de Artes de Sídney, seguía buscando a qué dedicarse, hasta que su genialidad se decidió a salir a través de una carrera cinematográfica.

Y así empezó, su tema central: la feminidad y su sufrimiento por la violencia masculina, en paisajes que evocan estados mentales. En 1993 con El piano, saltó a la fama, ganó la Palma de Oro en el Festival de Cannes, fue nominada al Oscar por Mejor Dirección, ganó por mejor Guion original, fue una película que llevó a Holly Hunter y Anna Paquin a ganar también este galardón. La manera como dirige Campion es muy particular, crea ambientes y hace que sus actores se sientan realmente cómodos. En su reciente película El poder del perro, nos sorprendió tratando el tema de la masculinidad, la homosexualidad reprimida y las relaciones fraternas, para integrar a los actores realizó reuniones tipo “campamento” donde ellos convivían, se olían y cocinaban juntos con la finalidad de que se notara tal acoplamiento en la escena que te olvidas de que están actuando. A su personaje principal: Phil, interpretado por Benedict Cumberbatch, le pidió que le escribiera cartas a su amante muerto (Bronco Henry), que imaginara y escribiera las respuestas, que estuviera en tratamiento con un psicoanalista Junguiano para pensar como el protagonista y ella hizo lo mismo, metiéndose en el personaje de tal forma que ella llegó a tener pesadillas repetidas de lo que Phil hubiera soñado, todo esto lo podemos disfrutar en la pantalla.

Al ser nominada a Mejor Dirección por la cinta El poder del perro, se ha convertido en la primera mujer con dos nominaciones a Mejor Dirección en la historia de los Oscar ( ya ganó el premio a Mejor Dirección en el Festival de Cine de Venecia).

La doctora Myrna M. Weissman, experta en epidemiología en Psiquiatría en la Universidad de Columbia, analizó la evolución a 30 años de 147 individuos que eran hijos de padres con trastornos depresivos crónicos, lo inició en 1982 completándolo en 2015. (Am Journal of Psychiatry, 2016). Los resultados demuestran que en su mayoría, ya sea por genética o por identificación presentan la enfermedad sumada a trastornos de ansiedad antes de la pubertad y abuso de sustancias. En la adultez presentan más riesgo de divorcio, de mala salud física y pobre funcionamiento laboral y social. Se sugiere que inicien tratamiento en psicoterapia desde la adolescencia, pues la depresión de un padre es un factor de estrés

severo en su desarrollo.

Pienso que a Jane Campion la depresión de su madre, si bien le causó dolor emocional, le sirvió para poderse conectar con el mundo de las mujeres, es una feminista de acción, demuestra con sus logros que no existen obstáculos

para nosotras.

Campion no está interesada en el mundo elegante de Hollywood, hace yoga y medita todos los días, escribe, dibuja y disfruta de largas caminatas en el bosque, tanto en su país como en Sídney, donde radica.

En sus palabras: “Las mujeres hoy en día están lidiando tanto con su independencia como con el hecho de que sus vidas están construidas alrededor de encontrar y satisfacer los modelos románticos con los que crecimos”.

Médico psiquiatra y psicoterapeuta