Nadia Boulanger: maestra de genios de la música

CLARAMENTE

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Invierno de 1894, París, Ernest Boulanger (79 años) enferma de gravedad de los bronquios, deja de dar clases en el conservatorio, empieza a tratar de conseguir su pensión, la familia entra en crisis, su esposa Raissa (38 años) de origen eslavo dejó su carrera musical para formar una familia con su maestro, el famoso compositor francés, tienen dos hijas: Nadia (ocho años) y Lili (dos años), quien acaba de pasar por una grave neumonía y tiene muy mala salud. Por su estilo de vida, que corresponde a la burguesía de esa época, gastan mucho y no tiene dinero la dote del matrimonio de sus hijas. Se dan cuenta que la única esperanza en el futuro de mantener económicamente a la familia es Nadia; de alguna forma se lo hacen saber, y con ese mandato, la niña crece preparándose para trabajar lo antes posible. 

Fue revolucionaria en tantas áreas que las feministas la quisieron tomar como estandarte, pero ella nunca lo permitió: de las cosas notables que logró: fue de las primeras mujeres en participar en el Premio de Roma (el galardón musical más importante de la época) en 1908, dirigió las siguientes orquestas: la Royal Philarmonic Society de Londres (1937), la Orquesta Sinfónica de Boston (1938) y la Orquesta Filarmónica de Nueva

York (1939).

Nunca se casó y se dedicó a la docencia. A la muerte de su padre, cuando tenía 12 años empezó en trabajos remunerados, como sustituir a su maestro Fauré tocando el gran órgano de la iglesia de la Madeleine.

Boulanger fue una niña “superdotada”, a los 11 años ganaba concursos de solfeo entre adultos de su clase y a los 18 años se graduó con honores del Conservatorio Nacional de París.

El cerebro de un niño dotado en la música es diferente: tiene mayor memoria auditiva, visual, táctil y engramas motores que conectan la corteza con los ganglios de la base (Estañol 2011), lo que les sirve para mover las manos y tocar a gran velocidad, pero la cualidad singular que la hizo pasar a la historia como la maestra de música de los genios, es que desarrolló “empatía musical”.

La empatía se asienta en “las neuronas espejo” descubiertas por el grupo del doctor Rizzolatti, en 1996, localizadas en las zonas promotora, frontal y parietal inferior de la corteza cerebral, permiten que si una persona ve a otra ejecutando una acción comprende lo que está haciendo, aunque no se comunique verbalmente con ella, estas neuronas llevan a entender los gestos y las manifestaciones conductuales del otro, por tal motivo son las “neuronas de la empatía” (Gutiérrez Ospina, 2021).

Boulanger al escuchar a un alumno era capaz de comprender su estilo personal (aunque no fuera música clásica) y encontrar exactamente cómo ese individuo podía desarrollar su talento. No ha habido en la historia de la música nadie que haya tenido esta capacidad cerebral, debido a esta peculiaridad pudo enseñar tanto a clásicos como a contemporáneos, se cuentan entre sus mil 200 alumnos a los siguientes: Leonard Bernstein, Daniel Barenboim, Manuel M. Ponce, Astor Piazzolla, Narciso Yepes, Philip Glass y Quincy Jones.

Obtuvo todas las distinciones que podamos considerar, pero destacaré el Premio de Roma (1908) y La Legión de Honor de Francia y de otros países. Está en la historia como la pedagoga musical más importante que ha existido.

Murió a los 92 años, en 1979. Está sepultada en el Cementerio de Montmartre, París.

En sus palabras: “El enorme privilegio de enseñar consiste en incitar a quien se enseña a mirar abiertamente lo que piensa, a decir abiertamente lo que quiere y a oír claramente

lo que oye”.