Eduardo Nateras

Acuérdate de Acapulco, de aquellas noches

CONTRAQUERENCIA

Eduardo Nateras*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Eduardo Nateras
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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¿Quién no tiene un recuerdo especial en Acapulco? Vacaciones en familia, Semana Santa con amistades, fines de semana largos, bodas, lunas de miel, fiesta, sol y playa —mucha playa— es lo primero que viene a la mente cuando pensamos en el Bello Puerto.

Pero, una vez más, un desastre natural de consecuencias mayúsculas impactó a nuestro país. La semana pasada esas imágenes paradisiacas de Acapulco se transformaron en destrucción, catástrofe y sufrimiento para miles de personas de esa región de la costa guerrerense a causa del impacto de Otis, una tormenta tropical que se convirtió en huracán Categoría 5 en cuestión de horas y que tomó por sorpresa a habitantes y paseantes que se encontraban en el lugar.

Duele profundamente ver las imágenes de lo que el huracán dejó a su paso. Y no pensemos únicamente en las áreas comerciales o turísticas —que muchos de quienes hemos estado en el Puerto hemos visitado—, sino de las zonas más distantes, las zonas rurales o serranas, el Acapulco profundo que no sale en las postales y en donde habita la amplia mayoría de la gente que dan luz y forman al Bello Puerto que conocemos y que nos enamora cada que nos recibe.

Situaciones como la vivida ponen a prueba a cualquier gobierno, pero, también, nuestra solidaridad para con los nuestros. Y es que, a pesar de que las imágenes y crónicas de lo que sucede allá en estos momentos son desgarradoras, nuestro pasado da muestra, una y otra vez, que es posible sobreponernos y que es en estas terribles situaciones cuando surge lo mejor de nosotros como las mexicanas y mexicanos que somos de este México lindo y querido, que es envidia de quien lo mira desde fuera.

Y, si bien, es muy difícil poder estar preparado ante embates de la naturaleza de esa magnitud y tan súbitos, sí está en nuestras manos y hace toda la diferencia la capacidad de reacción de los gobiernos y, muy particularmente, el apoyo que la sociedad en general pueda brindar, primero, para atender la emergencia y, posteriormente, para restablecer lo antes posible las condiciones de vida previas de quienes resultaron afectados.

Confiemos, ya que nuestras donaciones son necesarias y serán bien recibidas y que sí significan una enorme diferencia para quienes en estos momentos la están pasando muy mal. Dudar de ello implica poner de por medio a quienes más requieren de nuestra ayuda ahora mismo. Es, en este sentido, que debemos apoyar —o seguir haciéndolo—, con lo que esté en nuestras manos, para el restablecimiento de Acapulco y de sus habitantes.

Toda mi solidaridad, empatía y respeto a las víctimas mortales a causa del huracán, a sus familias y a todas las personas afectadas por esta catástrofe. Todo mi respeto y admiración para quienes coordinan redes de apoyo y de distribución de ayuda para el Puerto. Y mi más amplio reconocimiento a quienes colaboran en el lugar de los hechos para apoyar a sus habitantes y para tratar de restituir la tranquilidad que el huracán se llevó consigo.

Deseo, de corazón, que pronto regrese la calma a la vida de los habitantes de Acapulco y que pronto puedan —y podamos— tenerlo de vuelta.