Eduardo Nateras

El Mundial

CONTRAQUERENCIA

Eduardo Nateras*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Eduardo Nateras
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El próximo domingo da inicio lo que, muy probablemente sea, la competición deportiva más popular, exitosa y lucrativa: la Copa Mundial de la FIFA, a disputarse en Catar. Si bien, desde 1950 se lleva a cabo de manera ininterrumpida cada cuatro años, la de 2022 resulta única en muchos aspectos.

Desde un inicio, la asignación de la sede resultó muy controvertida —no sólo desde el punto de vista deportivo, sino también desde el social y cultural—, por tratarse de la primera vez que se otorgaba a una nación de Oriente Medio, de mayoría musulmana, lo que ha resultado en retos de diversa índole, desde cuestiones tan básicas como la venta y consumo restringido de alcohol —que para muchas de las personas asistentes, alcohol y Mundial resultan casi sinónimos—, hasta aspectos mucho más profundos, referentes al respeto de derechos humanos básicos.

En este sentido, resulta irónico —e hipócrita— que la FIFA esté tan preocupada por erradicar —de manera acertada— el tristemente célebre grito homofóbico, tan popular en los estadios con mayoría de asistentes de origen mexicano, cuando, a la vez, decidió otorgarle la sede de la competición a una nación donde la homosexualidad está estrictamente prohibida.

Por otro lado, desde el momento en que Catar se convirtió en anfitrión de la Copa del Mundo, ha invertido incruentas sumas de dinero para construir toda la infraestructura necesaria para albergar una competición de esta envergadura —estadios, conjuntos habitacionales, vialidades y amenidades diversas—. Pero, como ha trascendido a lo largo ya de varios años, la espectacularidad de los inmuebles se ha logrado a costa de explotación laboral, principalmente, de mano de obra extranjera.

Por lo que respecta a la parte deportiva, este Mundial resulta único, pues, derivado de las altas temperaturas durante el verano —periodo en el que suele celebrarse esta competición— en esta nación, fue necesario recorrer su realización hacia finales de año —de manera única— para que las condiciones climáticas sean más favorables, tanto para los equipos de futbol, como para la afición. Y, si bien, pareciera un aspecto menor, esto implicó modificar el calendario de las ligas de balompié de todo el mundo, para poder ajustarse al periodo de realización del Mundial.

Además, se trata de la última edición de un mundial de futbol como lo conocemos desde 1998 —con 32 selecciones divididas en ocho grupos de cuatro equipos y con tres juegos por cada representativo, en la primera fase de competencia—, pues, a partir de 2026 —en el Mundial que se celebrará en Canadá, Estados Unidos y México—, se estrenará un nuevo formato de torneo con 48 selecciones participantes, divididas en grupos de tres equipos, con únicamente dos juegos por representativo en la primera fase, a partir de lo cual se desarrollarán rondas de eliminación directa.

No cabe duda que el futbol es pasión, emoción y competencia; pero la parte turbia del deporte organizado también está presente y nunca, de forma tan evidente, como ahora, en el Mundial de Catar 2022.