Eduardo Nateras

Toros, sí, pero a qué precio

CONTRAQUERENCIA

Eduardo Nateras*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Eduardo Nateras
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La semana pasada, por unanimidad de cuatro votos, la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación determinó levantar la suspensión para la realización de corridas de toros, que pendía sobre la Plaza México desde el 27 de mayo de 2022.

Dieciocho meses después de la entonces suspensión provisional —convertida, luego, en definitiva—, nuevamente la puerta está abierta para que los festejos taurinos regresen a la plaza de toros más grande del mundo.

La decisión, sin lugar a dudas, ha llenado de beneplácito al mundo taurino: desde aficionados, toreros y ganaderos, pasando por monosabios, picadores, subalternos, alguacilillos y comerciantes, pues fueron 18 largos meses de no contar, ya no digamos con la expresión cultural y artística que más les llena y apasiona, sino —en muchos casos— con la que podría ser su principal fuente de ingreso.

Pero, aún embebidos en la alegría que genera saber que el Coso de Insurgentes volverá a cumplir con su función primordial —que es albergar corridas de toros, antes que cualquier otro tipo de espectáculo—, la realidad es que el panorama no es tan halagüeño como el mundo taurino quisiera.

Es muy crudo pensar que la última temporada de toros formalmente celebrada —de principio a fin y con su respectiva temporada de novilladas— en la Plaza México, fue la 2019-2020. La pandemia impidió la realización de las dos temporadas siguientes. Vinieron algunos festejos a finales de 2021 e inicios de 2022. Pero cuando se vislumbraba la realización de la primera temporada post Covid, vino la suspensión.

Cuatro años sin temporada de toros —aún con el levantamiento de la suspensión, legal y materialmente la temporada 2023-2024 tampoco se va a dar— en el que debiera ser el principal escaparate taurino fuera de Europa, es demasiado tiempo. Sobre todo, en un ámbito en el que —la verdad sea dicha— los días están contados, ya sea por falta de afición, por embates políticos y electoreros y porque, simplemente, los gustos y ánimos de las nuevas generaciones han cambiado.

Y no sólo eso, este largo ayuno también ha enfriado los ánimos de dueños y empresarios, para quienes, al parecer, realizar cualquier otra actividad en la plaza de toros resulta más atractiva y —muy seguramente— redituable. En este sentido, es fundamental poder dar una temporada completa —con las debidas novilladas mandatadas por el reglamento taurino de la Ciudad de México—, pues es la única manera en la que la empresa estaría legalmente facultada para renovar derechos de apartado, lo que le resulta una importante fuente de ingresos.

Finalmente —no menos importante— cabe recalcar que la Corte únicamente resolvió que no había elementos suficientes para que las actividades taurinas en la Plaza México estuvieran suspendidas. Es decir, aún falta resolver el fondo del amparo que busca prohibirlas de manera definitiva en la alcaldía Benito Juárez, lo cual corre por una vía legal distinta.

En tanto se resuelven estas nimiedades y dure lo que dure esta luna de miel, como diría el Profe, ¡viva la Fiesta Brava! ¡Viva la fiesta más bonita!