El Duende

Aviadores 4T

DESDE LAS CLOACAS

El Duende*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
El Duende
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La Real Academia de la Lengua Española define la palabra “aviador” como “una persona que gobierna un aparato de aviación, especialmente si está provista de licencia para ello”.

Pero en la Real Academia de la Lengua Política Mexicana (cuyo diccionario es el argot popular, la picardía y el ingenio), un “aviador” es aquella persona que, palabras más, palabras menos, cobra sin trabajar. Y agregaría que este espécimen gandalla prolifera principalmente en la nómina del sector público, es decir, que su sueldo lo pagamos todos de nuestros impuestos.

Con este contexto déjeme platicarle la historia de alrededor de 40 aviadores que “dizque” trabajan en la Cámara de Diputados de la Ciudad de México. Son hombres y mujeres que tienen distintos cargos adscritos al recinto parlamentario.

¿Está listo? Le cuento. En la página de transparencia de la Auditoría Superior de la Ciudad de México (ASCM) se encuentran los contratos de estos aviadores a quienes se les paga bajo la figura de honorarios, la mayoría, por cierto, sin cédula profesional ni título.

¿Y esto es impedimento para que ganen bien? No, en promedio perciben unos 40 mil pesos mensuales por hacer… la verdad es que ni siquiera se sabe qué hacen.

Se trata de cuotas políticas que cobran —de su dinero, estimado lector, y también del mío— sin chambear, desde hace al menos 2 años.

El asunto es escandaloso, pero nada que no haya sucedido en otros gobiernos y con otros partidos que, a diferencia de los que gobiernan hoy, no decían que eran diferentes.

Pero déjeme le platico la otra parte de la historia, que al menos a mí me parece que raya en lo impúdico, en lo inaceptable, en lo vergonzoso, esos 40 aviadores no cobran en el Congreso local, cobran en otro organismo, en la institución cuya misión es justo ponerle lupa al gasto legislativo. ¡Hágame el fabrón cavor!

Le hablo de la Auditoría Superior de la Ciudad de México, cuya razón de ser y de existir es la fiscalización del ingreso y gasto público del Gobierno capitalino, así como su valuación.

¿Quién lo permite? ¿Quién encubre estos actos de corrupción? Como siempre hay un nombre. Desde el Congreso capitalino me cuentan que la contraloría interna de la propia Auditoría ha detectado y observado a estos aviadores ¿Por qué no pasa nada? Porque están bajo la protección y tapadera de la directora general de Administración de la Auditoría local, Maribel Velázquez Eutiquio. Oh lá lá… chulada.

Velázquez Eutiquio no es cualquier persona, no es cualquier funcionaria, es de esos perfiles leales a la 4T que ha pasado por diferentes dependencias locales en cuyas oficinas ha dejado una estela de acusaciones por abusos laborales y opacidad en la contratación de bienes y servicios para las dependencias.

Es lo que pasa con estos gobiernos, así se las gastan. Por arriba te cortan la mano si te robas un peso, pero por abajo, y más en estas cloacas, la saqueadera se da con la cuchara grande.

Basta por hoy, pero el próximo lunes… regresaréeeeeeeee!