¿Qué pasará con Lozoya?

DESDE LAS CLOACAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Emilio Lozoya Austin está en suspenso, se está mordiendo las uñas. Vive las últimas horas en las que se verá si puede o no alcanzar un acuerdo reparatorio por el caso de los sobornos por más de 10 millones de dólares provenientes de la empresa brasileña Odebrecht y así, evitar el tribunal de enjuiciamiento.

Hay que recordar que, una vez decretada la apertura del juicio oral —que se dicta al concluir la audiencia intermedia—, adiós a cualquier posibilidad de llegar a un acuerdo. Por eso se le nota desesperado.

Le cuento lo que me dicen mis fuentes que sucedió en la audiencia intermedia celebrada el viernes pasado en el Centro de Justicia Penal Federal del Reclusorio Norte. Durante la misma, Lozoya se quitaba y se ponía la chamarra, intercambiaba palabras con su abogado Miguel Ontiveros; pedía hacer intervenciones, aprovechaba cada receso decretado por el juez Gerardo Alarcón para caminar, para estirar las piernas en el reducido espacio de la sala de audiencia.

En la diligencia, cuya continuación se llevará a cabo este lunes a las 14 horas en las mismas salas de oralidad, se pudo apreciar a un Lozoya muy distinto a aquel personaje retraído, taciturno, callado, de las primeras comparecencias ante los jueces de control.

El exfuncionario federal sabe que se le acaba el tiempo para que el Gobierno acepte los 200 millones de pesos.

De hecho, el mismo Lozoya fue quien inició la audiencia —la cual se había pospuesto con distintos argumentos dilatorios durante un año— quejándose por la falta de compromiso del Gobierno federal para aceptar el millonario pago de la reparación del daño y así poder librar el fresco bote.

La queja fue secundada por su mamá, Gilda Austin, también acusada por los delitos de operaciones con recursos de procedencia ilícita, cohecho y asociación delictuosa. “¿Dónde está la justicia?”, le mandó decir la señora en prisión domiciliaria al inquilino de Palacio Nacional.

“Desde abril de 2022 tenemos la lana”, le expuso al juez, “ahora sólo falta que nos digan dónde la depositamos, pero por alguna razón, la negociación se ha suspendido”, se quejó amargamente el personaje de “alto desarrollo”, como lo llamó Alejandro Rojas, su otro abogado.

Como se le acaba el tiempo, el equipo jurídico ha optado por implementar tácticas para retrasar el término de la audiencia intermedia y que no llegue la temida apertura del juicio oral.

Hoy, en la continuación, pedirán al juez Gerardo Alarcón, la exclusión de por lo menos 15 medios de prueba —dos de las pruebas clave referentes a depósitos desde el extranjero ya fueron desechadas— e insistirán en que el Gobierno les diga a quién le hacen el depósito de la reparación del daño para así parar la bronca, acceder al criterio de oportunidad y evitar el enjuiciamiento.

Este lunes se viene una audiencia maratónica para el exfuncionario federal. Sus abogados están deteniendo el reloj y tocando todas las puertas para lograr el acuerdo. Saben que necesitan comprar tiempo, y que Lozoya está cada vez más cerca de quedarse en prisión por un buen rato. Ya veremos en qué termina todo esto.

Basta por ahora, pero el próximo lunes… regresaréeeeeee!!!