Gabriel Morales Sod

Crisis moral en las universidades de Estados Unidos

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Gabriel Morales Sod
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La guerra entre Israel y Hamas ha puesto en evidencia una crisis moral en las universidades de élite en Estados Unidos. ¿Cómo puede ser posible que las presidentas del MIT, Harvard y la Universidad de Pensilvania, académicas renombradas y sensatas, líderes de sus comunidades, hayan sido incapaces de declarar ante el Congreso que los llamados a la exterminación de los judíos constituyen una violación a las políticas de sus universidades? En sus respuestas, las presidentas se remitieron a un valor importante del sistema universitario, la libertad de expresión.

Sin embargo, para todos quienes conocen la transformación que ha ocurrido en estas universidades en los últimos quince años, con la incursión de las políticas de diversidad, equidad e inclusión, el contraste entre el llamado a respetar la libertad de expresión y lo que sucede dentro de los campus es evidente.

En la última década, nuevas políticas se han puesto en marcha con el objetivo de tener un cuerpo estudiantil y de profesores más diverso, incorporar nuevos temas de estudio y crear un ambiente que le permita a todos los estudiantes florecer a pesar de las desigualdades sistémicas. Sin embargo, en varios años ya, estas universidades no han conseguido diversificar (más allá de algunos departamentos de Humanidades y Ciencias Sociales) ni a su cuerpo de profesores ni a su cuerpo de estudiantes. En lugar de concentrar sus esfuerzos en estos temas importantes, los departamentos de diversidad han puesto casi toda su energía en combatir microagresiones y a vigilar el uso de lenguaje y las ideas, tanto de profesores como alumnos. La consecuencia: despidos de profesores, pláticas y discursos cancelados y, en general, un ambiente de tensión en el que se espera el más alto estándar de corrección política de todos. ¿Cómo es posible, entonces, que los llamados al genocidio judío no se midan con la misma vara?

El problema reside en que en la visión de muchos en estas instituciones el mundo se divide entre fuertes y débiles, minorías y grupos aventajados. Esto se debe a que los estadounidenses progresistas tienden a ver todos los conflictos con el prisma de la batalla por la igualdad entre este país, sobre todo la lucha por la igualdad entre negros y blancos. Desde esta visión, los grupos que ellos definen como débiles merecen protección extrema, los fuertes no. Es por esto que muchas universidades y sus estudiantes titubearon en condenar la masacre, violación de mujeres y el secuestro de civiles israelíes porque se trata del “opresor”, no de víctimas civiles. En el prisma maniqueo no hay espacio ni para matices ni para ver a los individuos más allá de los grupos a los que pertenecen, ¿pero no deberían ser las universidades precisamente el espacio donde se cuestiona la visión maniquea del mundo y se usan las herramientas del debate y la investigación para tratar de entender temas complejos?