Gabriel Morales Sod

¿Por qué millones siguen creyendo que el cambio climático no es real?

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Gabriel Morales Sod 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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A pesar de varios compromisos y promesas significativas, la COP26 en Glasgow terminó sin un acuerdo concreto para reducir las emisiones de carbono y tratar de revertir el alza de temperaturas que, en pocos años, pondrá en juego el futuro de la humanidad. Una de las razones es que, a pesar de un cambio importante en la opinión pública en los últimos años, aún no hay suficiente presión popular para catalizar un cambio verdadero.

La evidencia no solamente científica, sino empírica, es absolutamente contundente. Sin embargo, a pesar del consenso científico, incendios forestales, inundaciones, sequías y cambios drásticos en el clima, aproximadamente entre 40 y 50 por ciento de la humanidad se niega a afrontar esta realidad. ¿Cómo es posible que miles de millones de personas no crean en el cambio climático?

Para contestar esta pregunta es necesario entender cómo nuestros valores y preferencias influyen la manera en que entendemos hechos concretos. A pesar de que algunos argumentan que éste es un problema de falta de información, decenas de experimentos han demostrado que el aumento en el conocimiento sobre las causas y las consecuencias del cambio climático tiene un efecto pequeño en la opinión de las personas. En realidad, no se trata de una falta de datos o evidencia, sino de la negativa de las personas a aceptar una realidad que contradice sus valores —por ejemplo, sus creencias religiosas, afiliaciones políticas y convicciones sobre la economía—.

El nexo entre las preferencias políticas y culturales de las personas y sus opiniones sobre el cambio climático se ha hecho más profundo en las últimas décadas. Se estima que los grandes conglomerados energéticos invierten alrededor de 200 millones de dólares al año en cabildeo y publicidad para tratar de convencer a políticos y votantes que el cambio climático no existe. En Occidente, para millones de personas de derecha, creer en el cambio climático implica poner en duda los valores que los definen como individuos. Es difícil pensar en un votante de Trump que cree en el cambio climático. A pesar de que muchos de ellos conocen los hechos o incluso experimentan en carne propia los efectos del calentamiento global, en lugar de razonar como un juez, que sopesa imparcialmente la evidencia que tiene, estos individuos se comportan más bien como abogados, seleccionando sólo la evidencia (en este caso inexistente, y por lo tanto falsa) que confirma sus sesgos, haciendo racionalizaciones para tratar de justificar sus creencias.

Sin embargo, es posible cambiar la opinión de las personas. La mejor manera de hacerlo no es con más evidencia, sino por medio de líderes locales con los que las personas se puedan vincular emocionalmente y, sobre todo, con un mensaje que apodere a estos individuos. Es decir que en lugar de hablar sobre el cambio climático como una amenaza, que para muchos parece demasiado terrorífica, y por lo tanto prefieren ignorarla, debemos hablar de la lucha del cambio climático como una oportunidad para un futuro menos desigual, más saludable y próspero.