¿Se aburren las ostras?

TEATRO DE SOMBRAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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¿Ha escuchado usted aquello de que alguien se aburre como una ostra? He leído algunas explicaciones sobre el origen de esa frase que me parecen muy poco creíbles. No perderé el tiempo en criticarlas. Lo que me interesa es preguntar por qué suponemos que las ostras se aburren y en qué pensamos cuando le adscribimos a esos moluscos esa emoción tan peculiarmente humana.

No es fácil definir el aburrimiento porque en su alrededor se mezclan distintas experiencias. Quizá más que un concepto bien delimitado, lo que encontramos es lo que Wittgenstein llamaba un concepto de semejanza de familia, es decir, una red de conceptos afines. Si uno busca en la historia de la filosofía reflexiones sobre el aburrimiento, encontrará una larga historia de propuestas muy variadas. En la lista de autores que han escrito sobre ello encontramos a Santo Tomás, que nos habló sobre la acedia, Pascal, sobre la nada, La Rochefoucauld, sobre la banalidad, Burton, sobre la melancolía, Kierkegaard, sobre la angustia, Baudelaire, sobre el spleen, Heidegger, sobre la experiencia del tiempo, y, entre nosotros, a Luigi Amara, que publicó un ensayo sobre ese tema hace unos años. 

  Hay una observación de Pascal que ha sido repetida en innumerables ocasiones, pero  aún nos sigue haciendo pensar. Dice: “toda  la  desgracia  del  hombre  viene  de  no  saber  permanecer en reposo en un cuarto.” En efecto, el aburrimiento tiene sabor a encierro, uno se siente como atrapado entre cuatro paredes. Pascal dice que para escapar del aburrimiento nos perdemos en todo tipo de pasatiempos y diversiones. La palabra “pasatiempo” es muy clara acerca de lo que propone: encontrar maneras para soportar el paso del tiempo que nos aburre, pero que también nos angustía, como diría Heidegger. La palabra “diversión” también es transparente por su etimología, ya que viene del verbo latino “divertere” que significa “apartarse”. Divertirse es como salirse de ese cuarto en el que nos sentimos atrapados. Piensa Pascal, sin embargo, que los pasatiempos y las diversiones son engaños, vulgares distracciones que nos inventamos para no mirar de frente la cruda verdad de la vida.  

 No tenemos que meternos en las honduras existenciales de Pascal para dar una rápida descripción del aburrimiento. Por una parte, diríamos que el aburrimiento puede ser el resultado de la inactividad. Cuando alguien está aburrido se le recomienda que se ponga a hacer algo. Por otra parte, hay veces en las que uno se aburre de hacer siempre lo mismo. Ese aburrimiento es diferente al de la inactividad, pero igualmente sufrible, es el de la rutina. Para enfrentar la rutina nos perdemos en el afán de las novedades. Hoy en día la gente hace todo lo que puede para no aburrirse en ese sentido. Vemos a los jóvenes y los no tan jóvenes mirando su celular en las reuniones familiares para evadirse del tedio del momento presente. La adicción al celular también puede provocar un aburrimiento peculiar. Como quien pasa los canales de la televisión sin quedarse en uno, así brincamos de una página web a otra sin satisfacción alguna.  

 ¿Y qué tiene que ver todo esto con las ostras?  

 No es fácil extraer a las ostras de su hábitat natural. Hay que sumergirse y romper con un cuchillo la costra que la une a la piedra. Pero una vez abiertas y servidas, las ostras parecen haber sido diseñadas para el deleite humano. Son alimentos que vienen con todo y su platito. Se pueden comer sin preparación alguna. Se sorben con facilidad y, como no tienen huesos, ni siquiera se tienen que masticar. ¿Por qué las compadecemos? Como están encerradas, aisladas del exterior marino, suponemos que se deben aburrir a muerte. Las ostras viven mucho, algunas, incluso, por lo que he leído, pueden sobrevivir cientos de años. Por eso es entendible que se hayan convertido en una metáfora del aburrimiento, tal y como lo sentimos, es decir, como inactividad, rutina, encierro, tedio.   

Sin embargo, las ostras también pueden concebirse como una metáfora de la disciplina y de la concentración. La ostra está totalmente enfocada en su crecimiento. Y esa tenacidad puede dar resultados inesperados, maravillosos. El fruto del aburrimiento de la ostra es su hermosa perla. No debemos compadecer a la ostra, sino, por el contrario, aprender a imitarla.