El filósofo Joaquín Xirau y su hijo, el filósofo Ramón Xirau

TEATRO DE SOMBRAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Joaquín Xirau murió atropellado por un tranvía el 10 de abril de 1946, justo enfrente de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, que en aquel entonces se alojaba en el edificio de los Mascarones, sobre la Ribera de San Cosme. Según cuenta Juan David García Bacca en sus Confesiones, Joaquín Xirau se percató de que el tranvía iba a arrollar a su hijo Ramón Xirau y, al empujar al muchacho para salvarle la vida, fue él quien recibió el golpe fatal del vehículo.

Se nos ha olvidado el papel destacadísimo que desempeñó Joaquín Xirau en la vida cultural de España y de México. Su muerte prematura —tenía 51 años— cambió el panorama de la filosofía mexicana. Es probable que, si hubiera vivido más tiempo, el predominio de José Gaos en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM no hubiera sido tan grande. Joaquín Xirau no tenía esa tendencia tan germanófila de Gaos, inclinación tan madrileña y tan orteguiana. Joaquín Xirau conocía muy bien la filosofía alemana, en particular las filosofías de Husserl y Scheler, pero también conocía muy bien la filosofía francesa y la inglesa. Las comparaciones son odiosas, pero si nos permitimos cotejar los perfiles de Joaquín Xirau y de Gaos, a su llegada a México, salta a la vista que el currículum del primero era más sustancioso que el del segundo. Joaquín Xirau tenía una obra publicada más sólida, variada y, además, elegantemente escrita, tanto en castellano como en catalán. Aquí en México publicó libros muy importantes, como Amor y mundo (1940) y Lo fugaz y lo eterno (1942).

Adolfo Sánchez Vázquez afirmaba que Joaquín Xirau tuvo todo para ser el líder de una escuela: el carisma, la autoridad, el conocimiento. El grupo que se reunía en su casa de Barcelona antes de la guerra civil, el llamado club Xirau, incluía a lo más granado de la filosofía barcelonesa. Sin embargo, a su llegada a México, Joaquín Xirau descubrió que el sitio preeminente entre los filósofos españoles en el exilio lo tenía Gaos. Cossío Villegas cuenta en sus Memorias, que para que Xirau entendiera esta situación, en una comida que hubo con Ávila Camacho, sentaron a Gaos cerca del presidente y a Joaquín Xirau lo mandaron al extremo de la larga mesa. No obstante, Joaquín Xirau logró reproducir en su casa de México su club Xirau, al que asistieron, entre otros, Emilio Uranga. Es probable que, de no haber muerto Joaquín Xirau, Uranga, el filósofo más talentoso de su generación, hubiera seguido sus pasos. La oración fúnebre que pronunció Uranga en la ceremonia luctuosa de Joaquín Xirau asombra por la intensidad del sentimiento de pérdida que ahí manifestó. Uranga buscó reemplazar la figura tutelar de Joaquín Xirau con Gaos, pero quedó decepcionado.

Como es obvio, la muerte de su padre le pesó muchísimo a Ramón Xirau. Sánchez Vázquez recuerda la veneración intelectual que le tenía Ramón Xirau a su padre. Por lo mismo, no sería exagerado decir que Ramón Xirau también padeció una orfandad filosófica. Ante esta situación, el hijo se ve obligado a ponerse en los zapatos del padre en el plano docente. El hijo también se convierte en el albacea de la obra del padre. El resultado definitivo de esta labor de amoroso cuidado filial es la publicación en cuatro volúmenes de las obras completas de Joaquín Xirau en 1998. Apuntar la fecha de edición no es irrelevante. Ramón Xirau tuvo que esperar 42 años a que muriera Franco, se restaurara la democracia en España y se le prestara atención a la generación del exilio, para lograr publicar entera la obra del padre en la península.

Por lo que toca al resguardo del pensamiento filosófico de Joaquín Xirau dentro de la propia filosofía de Ramón Xirau habría que decir que el hijo no se convierte en un epígono del padre, sino que busca darle continuidad a su obra, una continuidad creativa, que ata cabos, que profundiza en las ideas esbozadas, que se adentra en el territorio descubierto. La manera en la que él realizó esa tarea es admirable. Podríamos decir que la filosofía de Ramón Xirau puede verse como un largo diálogo creativo con el pensamiento de su padre.