La hora de la verdad

TEATRO DE SOMBRAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Hay una idea de la verdad como algo que está fuera del tiempo. Quienes piensan de esa manera suponen que la verdad tiene que ser eterna, inmutable, imperecedera. Mi concepción filosófica es otra. Yo creo que la verdad está en el tiempo. Es aquí, en la temporalidad, que la verdad se hace o se deshace, se devela o se oculta, se gana o se pierde.

La verdad está en la vida y la vida en la verdad. Miguel de Unamuno formuló esta intuición cuando le preguntaron cuál era su religión y él respondió que era buscar la verdad en la vida y la vida en la verdad. Yo sólo añadiría, para mayor precisión, que cuando hablamos de la relación entre la verdad y la vida, hablamos específicamente de la vida humana.

Digamos que la verdad es para los seres humanos y que los seres humanos somos para la verdad. Aclaro que no defiendo un idealismo, es decir, la doctrina de que sin los seres humanos no habría mundo y, por tanto, no habría verdad, sino algo diferente. Lo que sostengo es que el ser humano no se entiende sin la verdad y la verdad tampoco se entiende sin el ser humano. Sin seres humanos –sin su pensamiento, su actividad, su historia– no tendría sentido hablar de la verdad y sin la verdad tampoco tendría sentido hablar de los seres humanos –de su pensamiento, su actividad y su historia–.

Lector, tenga en mente la frase coloquial de “la hora de la verdad”. Esa hora nos llega en diversos momentos de nuestra existencia. Es el momento en el que tenemos que hacer algo con nuestras negaciones más parapetadas, nuestras mentiras más enmarañadas, nuestras evasiones más exasperadas. A lo largo de nuestras vidas nos enfrentamos varias veces con coyunturas de este tipo. Entonces llega el momento de dar un paso al frente, de tomar una decisión, de asumir una responsabilidad, de hablar con franqueza, de atreverse a ver las cosas como son, de perder el miedo de aceptarse a uno mismo. Esto sucede en un plano individual y también acaece en un plano colectivo: dentro de una pareja, una familia, un pueblo entero. Por lo mismo, podemos suponer que la humanidad también puede llegar a encontrarse en alguna hora de su verdad. Muchos compartimos la sospecha de que la humanidad enfrenta en la actualidad una hora de su verdad, su hora definitiva. Si se nos pasa –si no hacemos lo que tenemos que hacer– es posible que lleguemos a la terminación de la historia humana, es decir, a nuestra derrota definitiva.

La tarea de la filosofía contemporánea no es la de revelar al ser humano cuál es la verdad. Ese momento ya pasó. Su tarea es otra, más urgente y más difícil: hacer que el ser humano se reencuentre con la verdad.