El pensamiento mexicano ante la guerra mundial

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Guillermo Hurtado
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En la víspera de la Segunda Guerra Mundial algunos pensadores mexicanos reflexionaron de manera muy honda acerca del incierto futuro de la humanidad y del rol que habría de jugar el continente americano y, en especial, México, en ese porvenir.

Antonio Caso, Alfonso Reyes, Samuel Ramos, Jesús Silva Herzog y Leopoldo Zea, entre otros, tomaron muy en serio la posibilidad de que Europa se autodestruyera. Una consecuencia de ello era que la civilización occidental se tendría que preservar y continuar en América. En todo caso, aunque el viejo continente no quedara completamente reducido a cenizas, la civilización de la posguerra tendría que fundarse sobre otras bases, distintas de las de la barbarie demostrada por los europeos en su uso criminal de la tecnología, su desprecio por la vida humana y su atropello de todo lo valioso. Quizá ésta fue la primera vez en la que los mexicanos se plantearon cuál era su responsabilidad frente a las circunstancias en las que se encontraba la humanidad entera. El nuevo humanismo, como lo llamó Samuel Ramos, tendría que formularse desde América, desde la experiencia americana, como un humanismo solidario, compasivo, fraterno y, sobre todo, amante de la paz.

Ese ideal de una nueva civilización americana y, por añadidura, mexicana, que pudiera señalar una nueva dirección a la humanidad, fue quedando en el olvido con la posguerra y, luego, con la Guerra Fría. No obstante, la insigne labor de Jaime Torres Bodet al frente de la UNESCO y la del gobierno mexicano, en la persona de Alfonso García Robles, con el admirable Tratado de Tlatelolco, son dos ejemplos de cómo el humanismo mexicano dio un servicio a la paz mundial.

Quizá ésta fue la primera vez en la que los mexicanos se plantearon cuál era su responsabilidad frente a las circunstancias en las que se encontraba la humanidad entera. El nuevo humanismo, como lo llamó Samuel Ramos, tendría que formularse desde América, desde la experiencia americana, como un humanismo solidario, compasivo, fraterno y, sobre todo, amante de la paz

No es exagerado afirmar que el futuro de la humanidad otra vez está en peligro. Como si no hubieran aprendido nada de su pasado, los europeos de hoy, como sus antepasados de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, tienen al mundo entero al borde de una conflagración. La diferencia, en esta ocasión, es que con su locura se juegan la vida entera en el planeta, es decir, nuestras vidas, la mía, la suya, las de nuestros hijos. Una guerra atómica generalizada, como lo sabemos, puede provocar el final de la existencia de los seres humanos sobre la faz de la tierra.

El escritor y diplomático Alfonso Reyes.
El escritor y diplomático Alfonso Reyes.Foto: Especial

El mismo nacionalismo mezquino y las mismas ambiciones imperialistas que fueron responsables de la Primera y la Segunda Guerra Mundial alimentan ahora el conflicto europeo. La industria militar, que se enriquece con la creación y producción de material bélico cada vez más sofisticado y poderoso, también actúa ahora como lo hizo antes. La culpa no sólo la tienen los políticos y los capitalistas. Lamentablemente, no pocos científicos y filósofos europeos han sido muy inconscientes. Hace unos días, Slavoj Zizek dijo en una entrevista deplorable que habría que darle la bomba atómica a Ucrania para detener a Putin. Es evidente que esta forma de pensar, la de repartir bombas atómicas a diestra y siniestra, no es la que va a acercarnos a una paz perdurable. No se puede detener a Putin en 2024 como quizá se pudo haber detenido a Hitler antes de 1939. La analogía histórica está equivocada.

El mismo nacionalismo mezquino y las mismas ambiciones imperialistas que fueron responsables de la Primera y la Segunda Guerra Mundial alimentan ahora el conflicto europeo. La industria militar, que se enriquece con la creación y producción de material bélico cada vez más sofisticado y poderoso, también actúa ahora como lo hizo antes. La culpa no sólo la tienen los políticos y los capitalistas.Lamentablemente, no pocos científicos y filósofos europeos han sido muy inconscientes

Los intelectuales mexicanos no deberíamos quedarnos callados ante los acontecimientos que apuntan hacia una Tercera Guerra Mundial. Si frente a la Segunda Guerra Mundial se levantó la voz para denunciar la barbarie, ahora debería hacerse lo mismo. Hay pensadores mexicanos que han ofrecido ideas valiosas para pensar en un nuevo humanismo, un nuevo esquema de valores, un nuevo modelo de racionalidad que nos aleje de la amenaza de la destrucción masiva. Uno de ellos, que falleció hace poco, pero que nos sigue hablando en sus escritos, es Luis Villoro. Hay otras personalidades distinguidas en los campos de las humanidades, las ciencias sociales, las ciencias naturales y las artes que hoy podrían hacer un llamado inteligente a los beligerantes para que no sigan avanzando por el camino de la destrucción definitiva. Hay que tomar la palabra.

Esto que digo sobre los intelectuales mexicanos vale igual, por supuesto, para los intelectuales del mundo entero. Hoy, acaso más que nunca en la historia, la voz de la razón virtuosa debe escucharse para frenar a las oscuras fuerzas del apocalipsis.