Los sentimientos de la nación

TEATRO DE SOMBRAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Hidalgo es el padre de la patria, de eso no hay duda, no obstante, también podríamos concederle el mismo título a Morelos, ya que él ejerció responsablemente esa paternidad después de la muerte del cura de Dolores. En la obra y el pensamiento de Morelos encontramos el sentido más hondo y concreto de los ideales de la independencia. Entre todos sus escritos, destacan sus “Sentimientos de la nación”, leídos en la ceremonia de apertura del primer congreso nacional, celebrado en Chilpancingo, el 14 de septiembre de 1813.

Siempre me ha llamado la atención de que la palabra que eligió Morelos para el título de su documento fuese la de “sentimientos”. El uso de este concepto da a entender que lo que pensaba Morelos sobre el futuro de México era algo que él sentía de una manera profunda, que no sólo era resultado de una fría reflexión, de una operación cerebral, de un cálculo de consecuencias, sino de algo que sentía de manera intensa, de una operación del corazón, de un acto de fe. Los sentimientos políticos, entendidos de esta manera, son una combinación de convicciones y anhelos que guían nuestra acción de una manera decidida.

Los sentimientos políticos, entendidos así, no tienen que estar justificados de manera rigurosa, con números y estadísticas, sino que deben estar fundados en una intuición de lo que es bueno, justo, correcto y, por eso mismo, deseable de manera intensa. ¿Por qué habríamos, entonces, de repudiar a los sentimientos en el campo de la política? ¿Por qué renegar de la política sentimental, entendida de esa forma? Sospecho que quienes pretenden erradicar ese tipo de sentimiento de la política quisieran que los agentes sociales fueran como máquinas cuya conducta sea completamente predecible y que, además, puedan ser manejados al antojo de quienes tienen el dominio de los procedimientos para programarlos, como si fueran robots.

Una política que no sea sentimental en el sentido arriba precisado no sería una política humana, sería el ejercicio más terrible del dominio de unos sobre otros.

“Los sentimientos la nación” de Morelos constan de 24 principios que todavía, al día de hoy, nos siguen conmoviendo, que siguen siendo un plan maestro para la vida política mexicana. Hay uno en lo particular que ha sido citado innumerables veces, pero que no lo hemos sabido adoptar en nuestra vida pública o, dicho de otra manera, no lo hemos aprendido a sentir de la manera indicada. Lo cito de manera textual:

“Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben ser tales que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto.”

La primera frase es muy actual: la política no puede estar basada en el criterio de un individuo, por sabio o bondadoso o justo que sea. La Nación requiere, además de hombres y mujeres de excepción, de buenas leyes que nos marquen el camino a seguir todos los días. Las personas pueden faltar en cualquier momento, pero las leyes quedan inscritas en los códigos y, de preferencia, en las conciencias de los ciudadanos.

Lo que Morelos dice después no es menos importante. Las leyes deben obligarnos a la constancia y al patriotismo. La constancia es una virtud poco comprendida. Lo que se entiende es que hemos de ser constantes en la moralidad de nuestra conducta y en el trabajo productivo y creativo. Esa es la única manera de ser un patriota efectivo. El patriotismo de grito y sombrerazo no sirve para nada, el que sí sirve es aquel que se practica todos los días en todos los aspectos de la vida social.

Lo que luego afirma Morelos es, también por desgracia, de una triste actualidad. La ley debe moderar la opulencia y la indigencia y debe aumentar el jornal del pobre. La desigualdad que hay en México no es correcta, no es ética. Se ha hecho bien en aumentar el salario mínimo en años recientes, pero se ha hecho poco por lo que toca a la moderación de la opulencia por medio del cobro de impuestos a las grandes fortunas personales y corporativas.