Guillermo Hurtado

Volver a la escuela

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado
Guillermo Hurtado
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El otro día escuché a unos hermanitos en el patio de un condominio. Estaban felices. Reían y corrían. De repente se hizo un silencio. ¿Y ahora a qué jugamos! —preguntó uno de ellos. Entonces otro respondió con entusiasmo: ¡Juguemos a la escuela!

Para estos niños, la escuela no es más que un recuerdo. Ahora tienen que usar su fantasía para imaginar que están dentro del salón, conviviendo con sus compañeros, atendiendo a su maestro, copiando lo que está escrito en el pizarrón, saliendo al patio durante el recreo. Es una desgracia que llevemos un año entero sin clases presenciales.

 Cada día que pasa los efectos negativos del cierre de las escuelas se hacen más grandes en los niños y adolescentes. Asociaciones de docentes, pedagogos, pediatras, psicólogos infantiles y paidopsiquiatras de todo el mundo han advertido que el daño a la salud mental, al desarrollo y a la formación de niños y adolescentes es enorme. Aunque ya se puede ver —y de manera dramática— lo seguiremos presenciando durante décadas. Una generación entera ha quedado afectada.  

Es urgente que se haga algo y que se haga pronto. La Asociación Nacional de Escuelas Particulares hizo un llamado desesperado para que las actividades escolares se reestablezcan de manera gradual y ordenada. La respuesta de la Secretaría de Educación Pública fue intransigente. No se volverá a clases hasta que el semáforo epidemiológico esté en verde. Esta posición no toma en cuenta la gravedad del problema. Privilegia un criterio sobre otros posibles. Por supuesto que se corre el peligro de contagio si las escuelas abren antes de que el Covid esté completamente controlado, pero los daños que están causando las escuelas cerradas no son menores, por el contrario, son mayúsculos y cada vez lo son más. Hay que hacer una ponderación de las ventajas y las desventajas de abrir o cerrar los planteles.

Cuando salgo a la calle me resulta indignante ver que la actividad laboral, comercial e incluso recreativa ha encontrado maneras de continuar, pero las escuelas permanezcan cerradas a cal y canto. Por ejemplo, los restaurantes ya han abierto con ciertas reglas. Las mesas deben estar al aire libre, tienen que estar separadas entre sí a cierta distancia, no pueden acomodar a más de cierto número de comensales. ¿Por qué no pensar en algo semejante para las escuelas? ¿Por qué no pensar en que abran menos horas al día, que utilicen espacios abiertos, que los pupitres no están tan cerca, que los profesores estén debidamente protegidos? Entiendo que se corren riesgos: los maestros y trabajadores pueden contagiarse en un entorno escolar, por más que se tomen medidas. ¿Pero acaso no sucede lo mismo con los meseros de los restaurantes? Es cierto que los niños que conviven con otros en las escuelas pueden contagiar a adultos mayores cuando vuelvan a sus casas. ¿Pero acaso no sucede lo mismo con los clientes de los restaurantes que ya han abierto sus puertas? No encuentro otra explicación que no sea el desprecio por el bienestar de los infantes. A los pequeños los estamos poniendo en el último lugar de nuestras prioridades sociales.

Quizá no deba sorprendernos que las cosas sean así. Al gobierno no le importa la educación. Se habla mucho de la transformación, pero no se entiende que sin la educación no puede haber transformación posible. Desgraciadamente, la educación tampoco le importa demasiado al resto de la sociedad. Aunque hay grupos pequeños entregados al desarrollo educativo, el grueso de la población no parece estar preocupado por el bajo nivel de la enseñanza, por la falta de escuelas, por el futuro de los niños.

Se podría responder que lo que se ha podido hacer parece poco en comparación con el tamaño descomunal de los problemas. La educación a distancia ha sido la única opción que nos ha quedado y no podemos soslayar los esfuerzos que se han hecho en ese campo. Administradores y maestros han trabajado horas extras para poder atender a sus pupilos de esa manera. No obstante, es evidente que, a pesar de todos los sacrificios, lo que se ha hecho no ha sido suficiente. Tenemos que esforzarnos más. La sociedad entera debe hacerlo. Lo que está en juego es el futuro de México.