Twitter, Musk y la libertad de expresión

DESDE EUROPA

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Después de semanas de especulaciones y negociaciones a puerta cerrada, el multimillonario de origen sudafricano dueño de SpaceX, Elon Musk, llegó a un acuerdo para hacerse de una de las redes sociales más importantes del mundo digital: Twitter.

Tras convertirse en accionista de Twitter, con 9.2% de acciones de la red social, Elon Musk comenzó una andanada de críticas a la plataforma que se convirtió en deseo de compra real cuando planteó la adquisición total de la empresa por 43 mil 400 millones de dólares, cifra que puso a los accionistas a plantearse una posible venta.

Finalmente, y después de vender acciones de Tesla, empresa dedicada a la producción y comercialización de vehículos eléctricos y techos solares, para asegurar el capital de la compra de Twitter, los accionistas de la red social aceptaron la venta por 44 mil millones de dólares.

Sin saber hasta el momento claramente cuáles serán los cambios que habrá en la red social favorita de los opinadores, Elon Musk ha revelado que quiere hacer de Twitter un escenario sin restricciones para la libertad de expresión y terminar con los bots y el spam, que son el pan de cada día de esta plataforma digital.

El hombre más rico del mundo afirmó que Twitter será una plataforma políticamente neutral y los propios países en donde se tenga acceso a esta plaza pública virtual serán los encargados de cercar la red social de acuerdo con sus legislaturas en materia digital, como en el caso de Europa, que está a punto de implementar la nueva ley digital para restringir las redes sociales.

Expertos coinciden que esta maniobra de apertura total en Twitter beneficia a movimientos políticos radicales y, sobre todo, de ideologías de derecha que promueven ideas y discursos de odio como el caso del expresidente de Estados Unidos Donald Trump, quien hace unos días volvió a su discurso publicitario en contra de México y sobre todo del Presidente Andrés Manuel López Obrador.

Aquí comienza un nuevo debate para la llamada era digital. Twitter es una red social en la que fácilmente se pueden encontrar expresiones de odio en contra de las minorías, de personajes públicos o de cualquier persona que tenga una opinión diferente a la de otros. Es una batalla constante entre conservadurismo y progresismo. La percepción de anonimato que brinda a los usuarios la pantalla de cualquier aparato con acceso a Internet parece sacar lo peor de quien escribe con menos de 280 caracteres.

En Twitter se han propagado campañas de desprestigio, noticias falsas, calumnias y acusación sin fundamento por medio de bots que inundan las plataformas digitales. Ante este panorama, debemos cuestionar hasta qué punto se defiende la libertad de expresión. Es válida una apertura total en un mundo virtual que puede ser fácilmente manipulado. Quién decide qué publicar y qué no, cuáles serán las métricas de cada país y quién tomará esas decisiones. La venta de Twitter deja más dudas que respuestas y abre un debate que debería darse en medio de una polarización ideológica que se está dando nivel mundial y en la que la ultraderecha y el autoritarismo han ganado terreno y esto nos debe preocupar.