Horacio Vives Segl

FAM: encuentro entre partidos y ciudadanía

ENTRE COLEGAS

Horacio Vives Segl*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Horacio Vives Segl
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La formación del Frente Amplio por México es uno de los acontecimientos políticos más interesantes y relevantes en la vida pública contemporánea del país. Procedo a explicar las razones.

Cualquier estudio de opinión pública, tanto nacional como comparada, da cuenta de que, desde hace ya tiempo, hay un desencanto con los partidos políticos como instrumentos de representación. Puntual y adicionalmente en México, hay un clima muy crítico y una persistente inconformidad con la gestión gubernamental, en razón de varias decisiones promovidas y venturosamente frenadas por la Suprema Corte que generaron un clima de movilización social, desde finales del año pasado, que no se había visto en mucho tiempo en el país.

En esa lógica, resulta muy venturoso que, a pesar de las adversidades por la divergencia natural de intereses, se haya podido conformar el Frente Amplio por México, el cual, como es sabido, resulta de la voluntad por encontrar coincidencias básicas entre tres partidos políticos nacionales y la sociedad civil, tanto la organizada en asociaciones de diversa índole, como en ciudadanos que, de forma individual, han decidido participar activamente en política en un momento crucial para el país.

Encontrar esa agenda de coincidencias mínimas es mutuamente venturoso para ambas partes (partidos y sociedad civil): eventualmente, permitirá una mayor apertura ciudadana por parte de los partidos políticos frentistas —Acción Nacional, Revolucionario Institucional y de la Revolución Democrática—, con el fin de democratizar sus procesos internos de selección de candidatos, a la vez que les sirve para refrendar su legado como instituciones que colaboraron en la transición a la democracia. Por su parte, a las organizaciones de la sociedad civil les permite —más allá del empuje de las agendas sociales específicas que les dieron origen— incidir de manera más efectiva en la política del país, nada menos que en la eventual formación de gobiernos y congresos.

Cumpliendo estrictamente con la legalidad (el convenio de constitución del frente fue aprobado por el INE), el programa de participación política que se abrió resulta novedoso y atractivo. Con recursos austeros, parte de la conformación de un comité organizador que integran, además de los tres partidos, una mayoría de reconocidos especialistas independientes en materia electoral, sumado a un trabajo impecable por parte de colectivos y grupos de la sociedad civil. El método propuesto para la construcción de un proyecto de país de largo aliento ha despertado interés y entusiasmo en amplios sectores de la ciudadanía. Se trata de encontrar un liderazgo de cara a los desafíos que el país tendrá que enfrentar rumbo a 2024.

Hay que destacar y aplaudir la novedad de este proceso, cuyo camino se va construyendo sobre la marcha, con escasos recursos, pero con pluralidad e impulso ciudadano, y que representa un contraste con aquellas prácticas regresivas que tanto daño provocaron en esos tiempos autoritarios del siglo pasado en el que, según el capricho de un solo hombre, se determinaba el proceso de sucesión del poder en el país. Habrá, por supuesto, experiencias de las que se tendrá que aprender de este proceso, que va más allá de lo coyuntural. Habrá que tomar distancia para justipreciar la relevancia histórica de este momento trascendental en la política de nuestro país.