Jacqueline L'Hoist Tapia

Cultura por la no discriminación

HABLANDO DE DERECHOS

Jacqueline L'Hoist Tapia *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Jacqueline L'Hoist Tapia 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La definición de discriminación que más sentido me ha hecho es aquella que la describe como el hacer menos a las personas, y, por tanto, se les excluye o se les rechaza. Ningún motivo es válido para discriminar, sin embargo, el tono de piel, la profesión de fe, el origen, la preferencia sexual, la identidad de género, el nivel socioeconómico, el nivel educativo, la edad y la discapacidad, entre muchos otros, han sido detonadores de esta conducta que impide a las personas a acceder de manera plena al ejercicio de sus derechos humanos, como la educación, la salud, el trabajo, la movilidad, la nacionalidad, a la justicia.

Hoy, en octubre, el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (Copred) impulsa el mes de la cultura por la no discriminación, y nos hace reflexionar que la cultura es algo vivo y algo que se modifica constantemente. Es decir, lo que era ayer ya no es hoy, y lo que es hoy muy posiblemente se modifique mañana. Octubre tiene como símbolo un colibrí y nace en sus orígenes en el 2010, ya que ese año se cumplieron 200 de la abolición de la esclavitud por Hidalgo y el 19 de octubre, que se decretó el Día Nacional contra la Discriminación por Felipe Calderón Hinojosa, y que, con Miguel Ángel Mancera, en la Ciudad de México, en el 2013 se busca darle un sentido más de acción ciudadana, proclamándolo octubre es el mes del Trato Igualitario. Con Claudia Sheinbaum, se le da una nueva intención con la propuesta de Alfonso Suárez del Real, en ese momento secretario de Cultura, quedando el Mes de la Cultura por la no Discriminación. En resumidas cuentas, no sólo hay que estar contra la discriminación, hay que dar trato igualitario y convertirlo en una cultura.

La diversidad enriquece a las sociedades, y es que las personas no somos iguales, cada una abonamos desde nuestra diferencias, dando así diversidad al pensamiento y a la cultura, enriqueciendo y fortaleciendo nuestros entornos sociales. La leyes son para todas las personas, sin distinción, y lo son también los derechos humanos; es por eso que están reflejados en el artículo primero de nuestra Constitución Mexicana, del cual estamos conmemorando también 10 años.

El problema es cuando a las diferencias se les da un trato desigual, creyendo que una condición humana es mejor que otra, que un colectivo es mejor que otro, y se construyen prejuicios y estereotipos que terminan por dañar la dignidad y hacer menoscabo de las personas.

El trato igualitario es la gran oportunidad que tenemos las personas para mirarnos, para darnos cuenta de que la humanidad nunca ha llegado a buen puerto cuando nos hemos tratado con discriminación. Todas las personas somos iguales ante la ley y ante la posibilidad de acceder a los derechos. Repensemos, encontremos y valoremos las diferencias, de manera que construyamos sociedades incluyentes y respetuosas, en donde quepamos todas las personas sin distinción, y donde la cultura por un trato igualitario sea la nueva forma de relacionarnos.