Jacqueline L'Hoist Tapia

Simone de Beauvoir

HABLANDO DE DERECHOS

Jacqueline L'Hoist Tapia*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Jacqueline L'Hoist Tapia
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En México, poco acceso tenemos a la filosofía, pero cuando nos la enseñan, rara vez leemos en los libros de texto a mujeres filósofas y, por lo tanto, muchas personas crecen sin conocer una visión distinta a la masculina. En homenaje al natalicio de Simone de Beauvoir, que se conmemoró el 9 de enero, las siguientes líneas repasarán sus aportes en la historia del feminismo.

Simone de Beauvoir nace en París a inicios del siglo XX, donde vivió el contexto de las dos Guerras Mundiales, de las luchas anticoloniales, las luchas de los trabajadores y por supuesto, la lucha por la liberación de las mujeres, que, a inicios de este siglo, era encabezada por las sufragistas. A mediados del siglo XX, Simone de Beauvoir publica su obra más emblemática: El Segundo Sexo, donde explica lo que supone ser mujer en nuestras sociedades, llegando a una conclusión que no permitió marcha atrás en la historia del feminismo: No se nace mujer, se llega a serlo. Con esta declaración, De Beauvoir fue de las primeras autoras en la historia que reconocieron la construcción del género como una construcción social, no como algo biológico, tampoco como una esencia.

Esto nos enseña que las mujeres y los hombres, a lo largo del tiempo, nos hemos visto envueltos en lo que hoy conocemos como los roles de género. Es decir, esas conductas y gusto que deben tener las personas a partir del sexo biológico, y que se establecen socialmente. Cuando una niña nace, la sociedad le enseña a desempeñar roles asignados a las mujeres, como pueden ser, cocinar, lavar, cuidar de las demás personas, la forma de vestirse, el maquillarse y el rasurarse el vello, entre otros. A diferencia de los hombres, que desde niños les enseñan a ser fuertes física y emocionalmente al no llorar, ser proveedores, la preocupación por su virilidad y no mostrar miedo. Condiciones que terminan por impedirnos ser libres y construir la propia personalidad, desde lo que realmente se quiere ser.

Así que: No se nace mujer, se llega a serlo, es más que un eslogan, es parte fundamental del entendimiento de la liberación femenina. Su texto sin duda, provocó un sismo en lo que el imaginario social había construido en relación con el ser mujer, al abordar temas como la menstruación, la prostitución, el aborto y, por supuesto, la irrupción de la mujer en el ámbito laboral: “Mediante el trabajo ha sido como la mujer ha podido franquear la distancia que la separa del hombre. El trabajo es lo único que puede garantizarle una libertad completa”.

Lo más importante que debemos rescatar de Simone de Beauvoir es la capacidad subversiva que tenemos como personas y, sobre todo, como mujeres. Sí, debemos reconocer que históricamente nos han limitado, pero en este sentido, también debemos tener presente lo que ella llama “conciencia feminista”. El reconocimiento de las mujeres como un grupo social vulnerado, debe traer un interés y voluntad de emancipación.

Muchas son las palabras que nos ha dejado en su enseñanza por la vida y hoy nos viene bien recordarle cuando dice: “Que nada nos defina. Que nada nos sujete. Que sea la libertad nuestra propia sustancia”.