Jacqueline L'Hoist Tapia

Más vale consentimiento en mano

HABLANDO DE DERECHOS

Jacqueline L'Hoist Tapia*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Jacqueline L'Hoist Tapia
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Cuando de acoso sexual se trata parece que para muchas personas la palabra “consentimiento” pierde su sentido. Así que vale recordar su significado. “Consentir” del latín cōnsentiō, cōnsentīre que es acordar/permitir algo/ estar de acuerdo y/o aceptar que se haga algo.

Todas las personas alguna vez hemos dado nuestro consentimiento, sin embargo, cuando hablamos de relaciones sexoafectivas al parecer no resulta tan fácil entender y fácilmente se olvida que debe haber un acuerdo de todas las partes, para llevar a cabo una acción y que “robar un beso”, como robar cualquier otra cosa, es un delito.

Pero hay una regla muy fácil para no equivocarse en el caso del consentimiento sexual. Primero saber que este tiene diferentes matices a considerar, porque no necesariamente se debe otorgar de manera explícita. Si miramos con más profundidad lo que implica el consentimiento, nos encontramos que no solamente consiste en decir “no”. La realidad es que el consentimiento es un ejercicio donde las personas establecemos límites y éstos se respetan.

De los casos de abuso o acoso sexual a lo largo de la historia, hemos aprendido que el consentimiento debe ser entusiasta, específico, libre, informado, y reversible. Muchas veces hemos dicho que el “no” es “no”, que el “sí” puede convertirse en “no” y que el silencio no significa “sí”. Por ejemplo, puedes advertir que no te están correspondiendo porque ignoran tu propuesta, porque responden con emoji tus mensajes o simplemente evaden la pregunta y entonces no hay razones para insistir. Si la semana pasada te dijeron que sí pero hoy te dijeron que no, lo respetas. Si la persona te dijo que no, pero no lo respetas, te pueden señalar como quien acosa sexualmente y ya ni decir de conseguir el consentimiento de la persona mediante engaños o amenazas.

Muchas veces usamos clichés para normalizar la conducta de acoso sexual, desde el típico “fue por cómo iba vestida” al “es que estaba tomada”, o decir, que “no fue para tanto”. Creyendo que el consentimiento es un modismo que sólo busca restarle a las mujeres su culpa por lo sucedido y justificando que son ellas las responsables dejando sin responsabilidad a la persona que cometió la conducta. Lo grave de estas ideas erróneas es que pueden traer consecuencias desastrosas para las víctimas, que van desde la afectación más baja hasta la impunidad en casos graves como violaciones.

Asegurarnos que existe consentimiento nos quitaría muchos tragos amargos, podríamos establecer una relación segura y con certezas, no importa que tan poco romántico sea o cuánto tiempo se lleve. Saber que podemos negarnos a dar nuestro consentimiento y que podemos actuar en libertad nos hace saber que estamos en espacios seguros, sin importar quién nos está insistiendo a proponiendo una conducta de connotación sexual.

Como sociedad tenemos la tarea de promover una cultura del consentimiento, centrarnos en que nunca debe darse por sentado nada, que cada persona es dueña de su propio cuerpo y que todas y todos somos capaces de establecer límites y respetarlos.