El discurso del Presidente y la terca realidad

QUEBRADERO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Uno de los instrumentos más potentes del Presidente para su gobernabilidad está en su discurso.

Desde siempre ha sido una de sus armas más efectivas. Sabe muy bien cómo dirigirse a los ciudadanos para que asuman una identidad y empatía con su causa. Conoce el valor de las palabras y las expresa de manera precisa y entendible.

Entre los sectores populares se le ve como uno de los suyos. A lo largo de muchos años hemos visto la fuerza y trascendencia que tiene su discurso ante las multitudes, quienes lo escuchan con admiración y hasta fervor.

El discurso del Presidente trasciende porque estamos en medio de escenarios en donde no ha dejado de ser el eje de la agenda, al tiempo que no tiene a nadie enfrente que le pudiera ser contrapeso. El Presidente es fuerte sin la menor duda en sí mismo, pero también lo es por el gran vacío de la oposición.

¿Cuánto durará la efectividad del discurso presidencial? No está muy claro qué está pasando por ahora. Es definitivo que las palabras del tabasqueño siguen teniendo una enorme repercusión, pero también empiezan a aparecer signos de un desgaste, porque las palabras se están enfrentando a la terca realidad.

Al mismo tiempo, tantos ataques a través de sus discursos están dejando de tener efecto y puede darse, paradójicamente, que por esos mensajes el Presidente esté sumando a muchas voces en contra. Si es el objetivo lo está logrando, pero no tenemos elementos como para suponer o especular que se trate de ello.

El discurso político tiende a desgastarse. Es inevitable, porque va aparejado al ejercicio del poder político y éste difícilmente logra conservarse a lo largo de un mandato presidencial. Los gobernantes enfrentan un sinfín de problemas, algunos provocados y otros derivados de la gobernabilidad, lo cual los lleva a que la palabra pueda volverse hueca y hasta vacía.

Si la gobernabilidad y el discurso no van aparejados, la credibilidad por más que se resista tiende a perderse y el discurso se diluye, se vuelve repetitivo para dejar de tener repercusiones, lo cual si a algo afecta es a la gobernabilidad.

La semana pasada el Presidente lanzó acusaciones de toda índole no sólo a algunos periodistas, lo hizo también en contra, para variar, del INE y de algunos empresarios en referencia al importante y muy bravo asunto que es la Reforma Eléctrica.

Entendiendo los objetivos que pudiera tener el Presidente, no necesariamente porque repita su discurso sobre ciertos temas, significa que está trascendiendo o que eventualmente permee en la población.

Las mañaneras de dicha semana acabaron teniendo respuestas como en muy pocas ocasiones ha sucedido. La razón está en que el discurso no estaba aparejado a la terca realidad, más bien iba con el objetivo de criticar, fustigar y tratar de evidenciar por razones políticas, las cuales, insistimos, chocaron con la realidad.

Cada vez más le está urgiendo al Presidente mostrar aquello que llama “otros datos”. En un gran número de casos la expresión ha terminado por evadir o desacreditar, pero no necesariamente por exponer puntos de vista que contrasten con la crítica que se le hace.

El discurso presidencial pudiera estar en un proceso de desgaste, porque no responde a lo que vivimos los ciudadanos. El sexenio avanza, el tiempo corre en contra del tabasqueño y los ciudadanos, por más fidelidad que le tengan, van a empezar, si no es que ya lo hicieron, a exigir resultados.

Va quedando claro que no se puede gobernar sólo con el discurso, en algunos casos la terca realidad está alcanzando al gobierno y contra eso no va a haber mañanera que saque del apuro.

RESQUICIOS.

Como era de esperarse las diferencias con Panamá por el nombramiento de embajador y embajadora están escalando. El presidente del país canalero lanzó fuertes declaraciones que deben ser consideradas con seriedad por la Cancillería, o más bien por Palacio Nacional. México es el tercer país del mundo con más cruces por el canal de Panamá.