Javier Solórzano Zinser

Sobre la lealtad

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser
Javier Solórzano Zinser
Por:

Ha sido inevitable que muchos de los proyectos que se plantearon al inicio del sexenio hayan tenido que evolucionar y transformarse.

Algunas políticas públicas que fueron imaginadas al inicio han ido enfrentando a la terca realidad. Lo que se pensaba que se podía hacer no ha sido hasta ahora posible, no está claro si más adelante se vaya a poder, pero esta circunstancia obliga a que en algún sentido se haga una reingeniería y también se deban reinventar las cosas.

En la medida en que con sensibilidad y autocrítica se vayan rediseñando políticas que se pensaron posibles, en particular los proyectos del Presidente, surge la posibilidad de que los objetivos puedan alcanzarse, con variantes, pero manteniendo su esencia.

En términos de la gobernabilidad, existen elementos que son susceptibles de cambio, hay que aplicar la máxima de que es igual de importante hacer las cosas bien que hacerlas a tiempo.

Sin embargo, lo que envuelve los proyectos de gobierno merecen mantener una línea de evaluación sistemática. Dicho de otra manera, es fundamental manejarse bajo entornos que permitan hacer cambios sin perder los fundamentos que mueven a un gobierno.

No tiene sentido cambiar las políticas públicas sin hacerlo bajo premisas que permitan mantener aspectos fundamentales de la gobernabilidad, como son la autocrítica, la libertad y, sobre todo, el alentar la discusión y el debate interno.

Estas referencias tienen que ver con el sentido que ha acompañado la renuncia de varios funcionarios. Ayer le planteamos que los argumentos en un buen número de casos que se han presentado, tienen que ver con el compromiso de mantener un espíritu crítico en medio del debate, bajo el cual la mayoría de quienes han renunciado tienen como forma de vida.

No hay indicador alguno de que detrás de sus dimisiones haya deslealtad. Más bien es probable que sus decisiones vayan acompañadas, paradójicamente, de actos de lealtad al proyecto de gobierno y en particular a quien lo encabeza y que es, al mismo tiempo, la personificación del mismo, evidentemente hablamos del Presidente.

¿Hasta dónde debe llegar la lealtad? La lealtad ciega tiene el gran problema de que puede ir aparejada del fanatismo. La lealtad es identidad, compromiso, vocación y defensa de proyectos ideológicos y políticos comunes.

No puede ser ciega, porque le quitaría a quienes participan del proyecto ejes fundamentales de la condición humana como es la crítica. En medio de lo que se está viviendo habrá que dejar en claro que la lealtad sí es al proyecto, pero se remite inevitablemente a quien lo personaliza.

López Obrador armó un equipo con características comunes, la más importante es la que tiene que ver con la 4T. Presumimos que quienes se han sumado al gobierno han ido asumiendo un definitivo compromiso.

No ha de ser nada fácil renunciar bajo las actuales circunstancias. Es probable que lo que más les haya pesado a quienes lo han hecho es que pudiera interpretarse como un acto de deslealtad, siendo que su decisión también está en los terrenos de la lealtad con ellos mismos.

La crítica no puede ser ajena a la lealtad, porque al negarse a ella de alguna forma se termina siendo desleal, porque al no cuestionarse los proyectos éstos se pueden diluir. Quizá bajo estas premisas es probable que se termine siendo desleal presumiendo que sé es leal.

En circunstancias como las que exige el Presidente, la lealtad no puede ser ciega, porque limita a quienes están con él la posibilidad de construir una mejor gobernabilidad, a partir de la crítica y el conocimiento, lo cual es parte intrínseca de quienes de manera consciente se han sumado a su equipo.

RESQUICIOS.

La Galería Patricia Conde ha tratado a toda costa de mantenerse vigente, se ha reinventado. Estos días está presentando el trabajo de un grupo de destacados fotógrafos bajo el concepto de la idea de  “Pausa”, vale la pena darse una vuelta por la San Miguel Chapultepec el fin de semana.