Javier Solórzano Zinser

Para pensarle

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser
Javier Solórzano Zinser
Por:

En los inicios de la Revolución Cubana Fidel Castro era algo así como un “rock star”. Era el centro de las miradas, de los medios y de las portadas de las revistas más influyentes.

 Era visto de manera muy distinta de como posteriormente se le terminó viendo, sobre todo en EU. Todo lo que decía adquiría una resonancia de grandes dimensiones, por su discursos pasaban todo tipo de juicios que colocaban de manera tajante en los espacios una división entre “buenos y malos”.

Es legendaria la entrevista en que le preguntaron si en la “Cuba Comunista” iban a exhibir películas de vaqueros a lo que contestó que por supuesto que sí, pero “nosotros le vamos a los indios”.

Es probable que bajo el estado de las cosas que se vivía en ese momento, el líder de la Revolución Cubana atinara en su divertida respuesta, la cual tenía que ver con su tiempo y su momento y era claramente un mensaje hacia el mundo y sobre todo a EU.

Era una afirmación que tenía un objetivo contestatario, pero no por ello tenía también su dosis de maniqueísmo. Al final estaba remitiendo a la vida de Cuba un esquema que hoy en nuestras sociedades ha dejado de tener vigencia.

Durante mucho tiempo esta premisa era un mecanismo de defensa que tenía su lógica; sin embargo, el tiempo y la evolución de las sociedades dejaron atrás esta división, reiteramos, que tenía su dosis de maniqueísmo.

La democracia, por más imperfecta que pueda ser, ensancha y alienta todo tipo de opiniones dejando por principio a un lado las verdades absolutas, o las divisiones desde el poder que definen a quienes desde su perspectiva e interés son “buenos y malos”.

La metáfora de Fidel Castro fue pasando a segundo plano al paso del tiempo, independientemente de que a Cuba la fueron aislando de manera brutal e inhumana, el esquema de buenos y malos adquirió otra dimensión para los propios cubanos y para todo el mundo.

Al terminar la Guerra Fría no desaparecieron los maniqueísmos, lo que sí fue pasando a segundo término fue la idea de colocar bloques entre buenos y malos, porque si de algo nos dimos cuenta es que el mundo y la vida estaban y están llenos de matices.

Se acabaron las verdades absolutas para dar paso a procesos democráticos, instrumentados entre otros, por partidos políticos con ideologías diferentes y en las últimas décadas también por la irrupción en la sociedad de un nuevo eje para la acción social y política.

La sociedad mexicana es una clara prueba de ello. Más allá de la existencia de diversos partidos como instrumentos para acceder al poder, lo que también está entre nosotros son los diferentes pensamientos de diversos entes sociales, llamados también organizaciones de la sociedad civil, las cuales han optado por desarrollar un trabajo que se ha convertido en una pieza fundamental para las naciones, a través de una participación de solidaridad y de vocación social.

En medio de la polarización el esquema de buenos y malos se convierte en un elemento, sin duda, rentable en lo político. Es una apuesta que difícilmente falla, pero que al paso del tiempo fortalece las confrontaciones y en un buen número de casos termina en escenarios impredecibles.

En sociedades como la nuestra, cargadas de abyectas diferencias económicas y sociales, la polarización derivada del discurso se vuelve aún más rentable.

Los matices, la diversidad de pensamientos y las diversas formas de ver la vida y las cosas es lo que fortalece a la democracia y alienta el debate, pieza central para llegar a entendimientos y en la medida de lo posible a consensos.

Entre el blanco y negro existe un sinfín de matices. No todo es negro ni todo es blanco, como no necesariamente quienes gobiernan son los buenos ni sus opositores son los malos.

RESQUICIOS.

Raúl Moreno Wonchee fue un hombre de ideas y reflexión. Sabía escuchar y leer como pocos los escenarios políticos, pero, sobre todo, era solidario y un gran amigo. Abrazos muchos a Jimena, Raúl y Diego, ya se le extraña.