Javier Solórzano Zinser

¿Revocación “patito”?

QUEBRADERO

Javier Solórzano Zinser *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Javier Solórzano Zinser 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La discusión sobre la revocación de mandato ya entra en los terrenos del debate sobre la Reforma Electoral que ha anunciado el Presidente. 

No tendrá sentido que fuera de borrón y cuenta nueva. Si bien las diferentes etapas de los procesos electorales han tenido sus luces y sus sombras, no hay duda que nos hemos ido acercando a modelos que nos han permitido tener elecciones confiables en donde quien gana, gana.

Los problemas no han pasado en gran número de casos por la gestión del INE. Han sido producto del abuso del poder de gobernantes, caciques y de luchas internas dentro de muchos estados del país.

Los sistemáticos cambios en el sistema electoral han obedecido al momento político, lo que ha llevado a que en función de la experiencia electoral se den ajustes derivados de escenarios que no habían sido originalmente contemplados. No tiene sentido desechar las muchas virtudes de las diferentes reformas electorales, por más imperfectas o coyunturales que hayan sido.

Los cambios han ido respondiendo a momentos derivados de cada proceso electoral. Lo más importante que se ha hecho, ha sido y es sacar las elecciones del ámbito de gobierno con la creación del IFE, hoy INE.

Este paso ha sido fundamental para el desarrollo de los procesos electorales y para alcanzar credibilidad y confianza. La mejor prueba de ello está en que el INE es una de las instituciones en las cuales la sociedad mexicana tiene más confianza.

Es probable que la credencialización sea uno de los elementos que ayuden a que los ciudadanos se identifiquen con la institución.

Lo más riesgoso que pudiera presentarse en el debate sobre la Reforma Electoral sería caer en la tentación de regresar las elecciones a los ámbitos de gobierno. Muchas de las cosas que hace la presente administración se fundamentan en su indiscutida legitimidad, a lo que se suma que por ello se definan como diferentes.

Esta dualidad los lleva a acciones, sin importar su ámbito, en las que no pareciera importar el marco del derecho, porque en medio de los escenarios en que vivimos la oposición no tiene capacidad de maniobra que le permita dar la cara.

Crear y fortalecer instituciones autónomas es sinónimo de democracia y pluralidad. Quienes hoy gobiernan dejarán de estar en el poder en tres años. Con base en la fuerza que tiene el Presidente, las responsabilidades son mayores porque lo que decida muy probablemente acabará haciéndose, sin que necesariamente pase por la balanza del análisis objetivo de sus propuestas.

El gobierno no puede pensar la democracia a su imagen y semejanza, porque la constante transformación de las sociedades lleva a que este tipo de debates sean susceptibles de cambios en el día tras día. Institucionalizar la democracia no significa imaginarla como un proceso acabado, más bien significa crear condiciones generales para su desarrollo a través de organismos autónomos derivados de nuestros procesos políticos.

Mientras no se tenga un mecanismo distinto de acceder al poder que no sea vía los partidos políticos, éstos seguirán siendo una especie de mal necesario. No somos el único país del mundo que pasa por estos complejos y farragosos trances, sin ir muy lejos es cuestión de ver lo que sucede en América Latina para tener un panorama similar en muchos sentidos al nuestro.

El Presidente ha echado a andar toda su caballería contra el INE. Poco cuenta lo que se plantea desde el instituto para ser considerada como razones para entender sus planteamientos sobre la revocación.

No hay reflexión y cuando surge acaban señalando a quien lo hace. Por más que sea previsible el resultado no tiene sentido hacer una revocación “patito”.

RESQUICIOS

No sólo se trata del inobjetable triunfo de la izquierda en Chile. Lo que debe considerarse paralelamente es que el presidente tiene 35 años y llega con una generación de jóvenes que han sido fundamentales en la vida política, social y económica del país desde hace cinco años al menos.