El plan D

SIN MIEDO

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El Presidente está empeñado en llevar a cabo el Plan D, ¿cuál es ése?, se preguntará querido lector. Pues el de “destruir” la Suprema Corte.

El inquilino de Palacio Nacional tiene todo lo que va del año haciendo corajes porque el Poder Judicial no más no lo puede hacer suyo, es decir, controlarlo, dirigirlo, gobernarlo, tenerlo a su servicio.

Primero intentó emprender una reforma judicial con el apoyo del desertor Zaldívar, que no tuvo frutos; luego buscó que ese mismo exministro extendiera por dos años más su presidencia, tampoco se pudo; después intentó poner una ministra aliada como presidenta de la Corte, pero afortunadamente eso tampoco pasó, pues se filtró el posible plagio de su tesis.

Hace unos meses, envió al Congreso federal una iniciativa para extinguir los fideicomisos del Poder Judicial, pero eso hasta ahora no prospera, pues han triunfado los amparos para evitarlo; y ya en última instancia, pidió al exministro desleal a la Constitución, renunciar a su encargo para dejar en su lugar a uno de los suyos.

El Plan D, surge por la inconformidad que ha demostrado el dueño del púlpito mañanero al ver que sus reformas se han mandado a la hoguera por ser in-cons-ti-tu-cio-na-les. Y las que faltan.

Lo anterior ha llevado al mandatario a arremeter contra los ministros, con tanta furia, que ahora busca que sean elegidos por el voto ciudadano, propuesta que nadie ve con buenos ojos, incluida una de sus ministras incondicionales.

El Presidente está desesperado por hacerse de la Suprema Corte, quiere cortar cabezas, ser juez, apoderarse de la justicia en el país, que las cosas se hagan a su modo, que se cumplan sus caprichos, el más deseado, “destruir” la democracia. Él quiere que su “dedito” sea el que gobierne absolutamente todo.

El Plan D se conjuga un poco con el C, que consiste en que su partido logré la mayoría absoluta en el Congreso de la Unión, en el proceso electoral 2024, para que así puedan ser aprobadas todas las reformas que fueron “bateadas” por la Corte.

Ahí el riesgo de la continuidad de este gobierno, pero, sobre todo, de que ganen la mayoría parlamentaria. Porque de un home run se llevaría a cabo el Plan D, destruir la Suprema Corte, la división de poderes y nuestra democracia.

Hoy, con la terna enviada al Senado para ocupar la vacante del exministro guinda, vemos que su obsesión por el Plan D está más viva que nunca, pues en caso de que las ternas enviadas sean rechazadas en dos ocasiones, el Presidente designaría a la nueva o nuevo ministro. En esta ocasión se saldría con la suya, de ahí que el exministro desleal a la Constitución haya decidido renunciar a su cargo.

El Plan D de destrucción está más que claro, el mismo Presidente lo ha dicho, quiere ministras y ministros leales a él y su proyecto. No hay más.