Julia Santibáñez

Cinco libros pesados de 2020

LA UTORA

Julia Santibáñez
Julia Santibáñez
Por:

Soy atascada. No hay freno que me detenga cuando se trata de leer. Muy pocas cosas me arraigan tanto a este mundo. Quiero morirme haciéndolo, porque nada me vuela la cabeza de igual manera. Eso no significa que disfrute todo, tampoco. Le doy cincuenta páginas a un autor para conmocionarme a partir de, al menos, una frase o una trama; si no sucede, esa relación no es para mí.

Me asumo necia al resumir en cinco títulos este 2020 en el que me empiné unos ochenta libros, pero me aguijonean las ganas de compartir una mínima selección de lo que me hizo eco por dentro. Aquí van.

CUENTO. Son veinte escritoras, conozco a tres. Las restantes incluidas en Vindictas. Cuentistas latinoamericanas (UNAM/ Páginas de Espuma, 2020) ni siquiera me suenan. ¿Cómo en cuatro años de licenciatura y dos de maestría en Letras jamás oí hablar de la ecuatoriana Gilda Holst, la colombiana Marvel Moreno, la puertorriqueña Rosario Ferré, la panameña Bertalicia Peralta? Propongo hacer escándalo de esta antología que incluye autoras soberbias, relegadas por el canon. Chapó.

ENSAYO. Me topé con Teoría King Kong, de Virginie Despentes (Literatura Random House, 2020) y fue un trancazo su idea de que la prostitución implica una alternativa de libertad para muchas mujeres —claro, no para quienes son víctimas de trata de personas— y que desdramatizar la violación puede darnos un poder innegociable. Así lo plantea, retomando a Camille Paglia: “Si te sucede, levántate, dust yourself, desempólvate, y pasa a otra cosa”. Un terremoto para ideas preconcebidas.

NOVELA. La hija única, de Guadalupe Nettel (Anagrama, 2020), aborda el desbarajuste emocional, la salvajería y los borbotones de luz que implican las maternidades, en especial las complicadas (¿existe alguna sencillita?). Si bien las últimas páginas me parecieron flojas, el “parasitismo de puesta” y el amor animal entre Alina e Inés estrujaron mi vulnerabilidad, los rincones de mí que ven muy poco la luz. Grande como una casa.

GÉNERO ECLÉCTICO. Comparto con Fernando Fernández vocaciones varias: la poesía, los gatos, los árboles. Y aprendo de él en cada una. No sólo por eso disfruté tanto Viaje alrededor de mi escritorio (Bonilla Artigas Editores, 2020), reunión de textos de su blog Siglo en la brisa, sino porque es como quien platica sabrosamente, con agudeza, y destaca alguna etimología, cita un verso atronador de Garcilaso o cuenta hallazgos vegetales en la ciudad. Una esplendidez.

POESÍA. Dijo Fred Astaire: “Hay que bailar como si no hubiéramos ensayado”. En Poesías completas de Ramón López Velarde (Porrúa, 1971), cada poema es una coreografía de sonidos y sentidos, a veces juguetona y otras, tremendista. No se aprecia ensayo aquí: “La alondra me despierta / con un tímido ensayo de canción balbuciente / y un titubeo de sol en el ala inexperta”. Aunque no se haya editado en 2020, me dio de las mejores horas del año. Pura música pura.